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Día 1: Seguridad

Hay un desfase engañoso entre nuestras ideas y la realidad. Asociamos la palabra viaje con Marco Polo, con Cabeza de Vaca o con Miguel Strogoff. En realidad, atravesar el océano no supone hoy más que el inconveniente de decidir si queremos vino blanco o vino tinto con el menú de a bordo. El camino ya no se hace al andar, pero nosotros continuamos imaginando azarosas aventuras y en esa inconsistencia navegamos alucinados exagerando el peligro. Y nos pasa en otros aspectos de la vida.

Al llegar al hotel tras dejar mis detalles vitales en la frontera en alerta naranja a base de registro dactilar y sonrisa torcida, además de una cama como un campo de fútbol y unas botellitas de agua con una notita diciendo: “estas botellas son cortesía del hotel que cargará a su cuenta 4 dólares por cada una que se beba” me encuentro con una sorpresa: no estoy preparado.

Enciendo la televisión y una voz grave me asalta:

Si tus niños te preguntan – Papá, ¿que tenemos que hacer ante un ataque terrorista?

¿Tienes respuesta?

Prepara un plan para el caso de un ataque terrorista, es un mensaje del departamento de seguridad de la patria.

Solo le faltaba la música del nodo o una marcha soviética.

Bienvenido.

Idea: aviones con botón de autodestrucción en caso de ataque terrorista. Para subirse a bordo no hay control de seguridad y tienes que firmar un documento por el cual asumes que al primer indicio razonable de peligro, el avión explotará. Seguramente hará falta una red de aeropuertos especial para evitar riesgo a los aviones convencionales. Estoy convencido de que dejarían de ser un objetivo terrorista después del primer ataque sin ebullición mediática y todos los pasajeros seríamos más felices pudiendo llevar nuestros botellines de agua y espumas de afeitar o tijeritas para las uñas. Vivimos sujetos a un terrorismo mediático del que nadie se queja pero que es fundamental para comprender el clima actual de paranoia en el que seguimos pensando que lo más importante son cuatro asesinos descerebrados y por eso amoldamos nuestras vidas a sus delirios. No actuemos como conejillos asustados cada vez que nos asestan un golpe, si esto es una guerra como parecen proclamar por aquí, asumamos que habrá víctimas y seamos honestos con nosotros mismos en lugar de tirar el dinero en tanques de cartón.