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Buscando tótem

Me he propuesto delirar una temporada, aprovechando que vivo en un lugar en el que la comunicación es compleja y propensa a malentendidos. No hago esto por capricho o ánimo contestatario, sino en el espíritu de los chamanes: por ver qué hay al otro lado. Para ello he elegido un camino de estar por casa, la enajenación, dado que soy de constitución débil y no tengo la seguridad de poder superar el trance de abrir mi conciencia a base de ayahuasca.

Es discutible que el delirio sea una condición deseable, algunos incluso considerarían elemental lo contrario, que es indiscutible que es indeseable. Puede que sea así. Hay un punto, sin embargo, que no admite discusión: el despropósito continuado necesita un volante de inercia. No puede uno pasar de ser alguien equilibrado y razonable, suponiendo que lo haya sido alguna vez, a disparatar con desenfreno durante largos periodos, es necesaria una cierta previsión, una dosis de avaricia, un pedaleo previo que le cargue a uno con la energía que le hará falta para atravesar los remansos de cordura.

Mi acumulador va a ser este blog, espero ir acelerando el ritmo de las entradas y para ello no voy a tener más remedio que incorporar nuevas secciones que aparecerán y desaparecerán al ritmo que me dicte mi animal-espíritu, que, visto lo visto, bien podría ser una musaraña empanada.

Empezaré con una sección de crítica gastronómica, para la próxima vez.