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¿En qué mundo vivimos?

Antes de la crítica gastronómica del jueves, quería elaborar una breve nota para defender a Benito1 y al cardenal Rouco Varela en su cruzada por el bebé ibérico y el contacto impúdico entre pene y vagina sin mediación plástica estéril. Estos días se escuchan muchas críticas por su defensa encendida, en la península, del derecho a la vida de los tiernos infantes concebidos pero no natos y, en África, de la penetración sin coartadas protectoras. A uno le dan ganas de preguntar en qué mundo vivimos que no sabemos apreciar la buena voluntad, aunque equivocada, que les mueve.

Empezaré por lo más sangrante, criticar la comparación entre un bebé a gatas y un lince ibérico para censurar el aborto. Un feto no es un bebé a gatas y tampoco un lince, que en cambio sí es un gato salvaje. El cardenal establece un paralelismo claramente defendible entre dos cosas que no son un feto. ¿Dónde está el problema? Además, tiene razón en que no se protege a los bebés igual que a los linces, que yo sepa no se les aparea en cautividad para intentar preservar la especie. Por mucho que algunos prelados intenten suplir esta carencia mediante la iniciación temprana de sus monaguillos en los ritos de reproducción, esos amancebamientos, si pueden ser así denominados, están condenados al fracaso por la paridad de polaridades en juego, que hace imposible la fecundación. Ante tanta dificultad para concebir, ¿es extraño que estén contra el aborto?

Las voces en contra por la censura al uso de condón son más comprensibles. A quién no le ha pasado alguna vez que el contacto piel con piel le haya provocado un placer tan intenso que haya precipitado el fin acelerado del goce, con el consiguiente mosqueo de la parte contraria, mejor dotada para el disfrute prolongado. Eso no debería ser, empero, obstáculo para apreciar la intención del pontífice, que no es otra que recuperar para la exaltación, tras el debido entrenamiento, a todos aquellos individuos que confunden esa sombra de orgasmo que produce el uso de goma profiláctica con la auténtica gloria. El Papa quiere que todos se corran en un clímax sin parangón en los chochos de sus señoras esposas, frotando sus pollas directamente dentro de los coños ardientes de sus parejas sin la abominable intromisión de un frío pedazo de látex.

Apreciémoslo.

1 Que es como Don Rafael Reig, en la sala 2ª de lo inoportuno, condenó al cardenal Ratzinger, alias Benedicto XVI, a ser llamado en el ámbito de la lengua española a raíz de su discurso en Ratisbona; sentencia que acato con gusto.