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El día de los guantes

Esta tarde mi hijo se ha dejado los guantes en el tren. Nada del otro mundo, los niños son despistados y el mío lo es por partida doble, pero es que además el muy cazurro se ha olvidado las manos dentro hasta el codo. Y claro, detrás de los codos han seguido los brazos, el cuerpo y del gorro a los zapatos. Vamos, que mientras nosotros bajábamos al andén, él se ha decidido a conocer los entresijos de la líneas de cercanías en plan explorador.

Menos mal que estamos en un país civilizado y en la siguiente estación ya había alguien bajándose del tren para acercarle hasta el empleado de la estación que le esperaba allí tras nuestro aviso. Total, una pequeña aventura y una deuda de gratitud con una persona a la que nunca conoceremos que se acercó a un niño desesperado y le consoló durante unos minutos sin esperar nada a cambio, y que seguramente llegó tarde a donde iba por nuestra culpa.

Gracias.