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Capítulo 5 (en edición)

El proyecto (ahora sí)

Torcuato se despidió de María y cogió un avión para Amsterdam, donde le esperaba su chófer para llevarle hacia el sur hasta Noordwijk. Por la tarde tenía la primera reunión de proyecto y le había vuelto la acidez. Normalmente cuando empezaba un proyecto nuevo sentía el mismo optimismo irreflexivo: imaginaba tener un objetivo, montar un equipo con gente cualificada y hacer el trabajo de una forma ordenada. Dada la escala de el proyecto en que le habían embarcado, esta vez no tenía siquiera un atisbo de esperanza de que las cosas transcurriesen así, pero cuando vió a Angus y John sentados en una esquina de la mesa de reuniones se le encogió el escroto y desesperó de terminar el proyecto con buena salud.

La primera reunión transcurrió más o menos por donde podía esperarse. Nada más empezar y antes de que Torcuato pudiese abrir la boca, Angus tomó la palabra:

– Como responsable de la oficina de proyecto quería empezar, si me permites Torcuato, por transmitiros el apoyo absoluto de …

– Angus, un momento por favor, – interrumpió Torcuato, clavando los dedos fuertemente sobre la mesa para intentar mantener la serenidad, pero sabiendo lo que iba a venir a continuación – me gustaría que siguiesemos el orden del día para que la reunión transcurra de una…

– Creo que es importante escuchar todas las opiniones – terció John – y más si es para ayudar al equipo de proyecto. Torcuato, no estaría de más un poco de flexibilidad si te parece. Por cierto, quería realizar la observación de que no has empleado la última plantilla oficial para el documento de agenda de la reunión y esto deslucirá en la próxima auditoría interna, es importante cuidar estos pequeños detalles.

John “el tontarras”, como le llamaban todos menos Angus, pero incluida su mujer, era una figura extraña en la organización. Teóricamente un experto en gestión de proyectos, nunca había llevado ninguno y no se le reconocía ningún aporte en los veinte años de dedicación a la empresa. Su aspecto rudo y su cuello ancho habían contribuído en la elección del apodo, pero eran su especial método de discurso, gesticulando de forma acartonada y con la locución de un teleñeco, y la vacuidad de contenido de sus intervenciones los que habían determinado su adopción multitudinaria.

Torcuato se sentó y esperó a que pasara la tormenta. El proyecto, según Angus, tenía una misión: “llevar a la especie humana a conocer a otra especie”. Eso hacía difícil determinar quiénes eran exactamente los stakeholders, algo necesario para cumplimentar la ficha de proyecto. Teóricamente todos los seres humanos estaban implicados en el proyecto de una u otra forma, pero parecía difícil defender incluir como stakeholders a los accionistas de compañías en directa competencia con la ESA y en particular con el ESTEC, que sería el encargado de llevar a término la primera fase del proyecto “la construcción de un sistema básico de transporte de seres humanos a otra galaxia que permita llevar a cabo la misión del proyecto”. A esto se unía la problemática de buscar un nombre para los seres que enviaban los mensajes e incluirlos en el comité de proyecto. Era evidente que formaban parte de los stakeholders, pero podía resultar difícil su asistencia. Angus proponía una sesión de brainstorming a fin de recoger ideas que permitieran resolver estas cuestiones que para él era la principal actividad a realizar en ese momento del proyecto. La idea fue acogida con entusiasmo infantil por John:

– Propongo levantar la sesión y reconvenir la reunión para realizar la sesión de tormenta de ideas a continuación. Si os parece nos reunimos dentro de cinco minutos, mientras tanto voy a buscar a otra secretaria para que levante acta de la sesión de ideas.

Torcuato plegaba pajaritas mentalmente a la vez que revisaba las caras de los otros asistentes a la reunión para detectar tics convulsivos que identificasen a las almas gemelas en las que podría confiar durante el proyecto.

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