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25/11 – El que faltaba para el duro

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El asesino sabía que iba a tener que moverse del sofá pronto. Pawel no había aparecido ahí por arte de magia, pero contó con que tendría al menos ocho horas. Estaba equivocado.

El comisario había recibido una llamada interesante. Una voz susurrante que al principio le había parecido una broma por demasiado típica y porque había llamado a su número personal.

- Comisario tengo un regalo para usted- había dicho el imitador del Padrino.

- ¿Eres tú Manolo? Déjate de chorradas hombre, que estoy trabajando- había dicho el comisario, pensando que era su cuñado que era un cachondo.

- Escuche atentamente comisario. Hans y Pawel están muertos, los ha matado el que usted busca.

El comisario dejó de reír.

- Cómo sé que no estoy hablando con el hombre que busco.

- No lo sabe- dijo la voz, enunciando lo obvio-, pero necesita la información que le voy a dar.

- ¿Y usted que consigue a cambio?

- La satisfacción de ayudar a la policía, que vela por nosotros- dijo la voz, tan cachonda como su cuñado.

- ¿Qué tiene que contarme?

- El asesino al que busca está en la calle Sol, en el 367, 2º 1ª- dijo la voz, colgando tras la última sílaba.

El comisario no perdió el tiempo preguntándose quién era el desconocido ni cómo podía averiguarlo, se levanto bien rápido, llamó a los GEO y organizó la operación a toda prisa. No podía permitirse perder la pista de nuevo.

Cuatro horas después de que un tipo calvo y con la nuca tatuada entrase en el portal del 367 de la calle Sol, un operativo policial más apropiado para invadir una aldea pequeña que para capturar a un único sospechoso se detenía a doscientos metros de distancia, con las sirenas y luces apagadas. Desgraciadamente, los agentes no habían estudiado con el mismo maestro que Pawel, por lo que recorriendo esos metros en cinco minutos, hicieron suficiente ruido como para alertar al asesino.

Había sobreestimado el tiempo de reacción de sus adversarios y ahora iba tener que improvisar algún milagro para salir del jaleo. Un poco más de descanso no le hubiera venido mal, pero estaba suficientemente recuperado para escapar, si tenía suerte. Salió de su piso y subió tres más hasta el quinto, abrió la puerta de uno de los pisos y acabó con la pareja cuyo sueño ni siquiera había interrumpido, dejó la puerta abierta. Luego bajó al tercero y silenciosamente abrió una de las puertas, fue tan silencioso que no le escuchó ni el perro que dormía al otro lado de la misma. Después de acabar con el perro, se ocupó del amo, que estaba disfrutando de una sesión particular de cine para adultos a puerta cerrada, porque Duque tenía la mala costumbre de interrumpir en el momento más inoportuno. No pudo llegar a disfrutarla del todo, pero tuvo más suerte que las ya más de tres mil víctimas anteriores del asesino, le necesitaba con vida, aunque no necesariamente mucha, pero sí fácilmente evacuable. Con la puerta cerrada, el asesino se sentó a esperar y descansar un rato. Iba a ser todo muy justo.

Los GEO abrieron la puerta del portal y subieron hasta el segundo piso en lo que entendían como absoluto silencio. Cinco hombres se apostaron por precaución en el tercer piso tras comprobar las puertas. Con cinco en el segundo dispuestos a entrar, cinco más en el primero esperando a que el equipo principal entrara en el piso, la policía cuidándose del perímetro y dos francotiradores apostados en los tejados cubriendo las ventanas, tenían poco que temer, pero todos conocían de lo que era capaz el sospechoso y tenían orden de disparar a matar.

Uno. Dos. ¡Tres!

El cerrajero reventó la puerta por el procedimiento de descerrajar dos tiros sobre la cerradura y emplear luego un mazo sobre los restos, era curioso que un tipo como el que buscaban no usara una puerta blindada. Entraron con calma y ordenados, pero imparables como un tifón.

El comedor, la cocina, el baño, los dos dormitorios.

Sólo salió a recibirles Pawel.

- Comisario, ni rastro del objetivo, el piso está vacío. Hemos encontrado a un individuo que ya estaba muerto cuando llegamos.

Era el momento de revisar el resto de pisos del inmueble, los vecinos ya empezaban a salir a la escalera. Antes de poder continuar oyeron un grito.

- Aquí, aquí, la puerta del 5º 2ª está abierta, por favor aquí.

- Vuelvan todos al interior de sus pisos, por su seguridad- gritó el comisario por el megáfono a través del hueco de la escalera-, estamos persiguiendo a un individuo muy peligroso.

El equipo del tercero subió al quinto, el de refuerzo que esperaba en el primero subió detrás y detrás se fue el asesino. El grupo del segundo se quedó revisando en detalle el piso del asesino, lo que le dio un respiro.

Desde atrás, los cinco primeros GEO cayeron antes de darse cuenta de que alguien les seguía. Un vecino que salía del cuarto apenas tuvo ocasión de gritar antes de que un tiro de una de las SG 552  que el asesino había tomado de los agentes le atravesara el paladar. El cuerpo sin vida del vecino y el asesino atravesaron el umbral justo a la vez y en ese mismo instante explotó la puerta de la calle del quinto segunda, llevándose por delante la pared y parte del techo, y enterrando a cinco GEOs aturdidos en el interior del piso. El asesino juntó la puerta del cuarto justo antes de que llegaran los primeros agentes al rellano desde el piso inferior. A través de la mirilla reventó la cabeza de tres agentes de cuatro disparos y se puso a cubierto. Sólo quedaban dos agentes con vida para asaltar el piso en el que se escondía y no eran suficientes. En su excitación no se les ocurrió preguntarse porque estaba abierta la puerta, como invitándoles a entrar. Murieron antes de poder descubrir que era porque el asesino tenía prisa.

Bajó un piso hasta el tercero y volvió a entrar en el piso donde había empezado la masacre. Todavía llevaba el pijama. Se cubrió de sangre y se refracturó el brazo izquierdo. Manando sangre se arrastró hasta la puerta de la calle y estuvo a punto de ser atravesado de un tiro por el comisario.

- Ayuda, por favor. Mi novio está medio muerto.

- No se mueva- dijo el comisario. Un brazo estaba evidentemente roto, el otro tenía una herida enorme, pero no era habitual en el asesino dejar cuerpos con vida.

- Jesús, mi Jesús, se está muriendo- dijo el asesino desplomándose en el suelo.

- Un médico, rápido.

Dejó a los dos infortunados al cuidado de unos agentes y un equipo de asistencia y subió a ver si le mataba también a él el asesino y no tenía que hacer frente al comisario principal. Vio a los agentes muertos en el cuarto, en las escaleras del cuarto al quinto y la pared derribada en el quinto. Oía gemidos al otro lado.

- ¿Tenéis al asesino?- preguntó a gritos, sin comprender que el silencio de la radio debía significar algo. No recibió respuesta. Entonces empezó a pensar en la secuencia de acontecimientos tal como había sucedido realmente. Un tiro, una explosión, cuatro tiros y otros cuatro y luego dos más.

Los servicios de emergencia ya habían evacuado a los heridos cuando llegó al tercero. Tuvo tiempo de gritar a sus hombres por la ventana que detuvieran la ambulancia que se perdía ya por el final de la calle girando la esquina. Cuando llegaron hasta ella todos habían muerto menos el afligido novio que no estaba en ningún lado.

Min Tun lo había observado todo desde lo alto del edificio de Telefónica con unos prismáticos. De momento todo iba perfectamente bien. El perezoso había ejecutado su papel de forma impecable y ya sólo le quedaba morir para demostrar que no era digno.

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