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29/11 – Dos personajes en busca de autor

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Único acto.

Día perfecto, de cielo azul y escasas nubes, muy luminoso, a orillas del mar Egeo sobre un acantilado en una de las muchas islas con casitas blancas al fondo.

IRINA esta sentada mirando hacia el mar al lado izquierdo de la escena, jugando con la percepción de los espectadores que esperarían inconscientemente encontrársela a la derecha (nota para el DIRECTOR: buscar espectadores adecuados). Está mirando los barcos que navegan allí abajo con lo que parece ser interés, hasta que una gaviota se cruza por delante de su cara sin que se inmute, recordándonos que es ciega.

El ASESINO empieza a hablar antes de entrar en escena. Nunca parece apresurado y todo lo que dice lo dice como parte de una conversación que lleve en marcha algún tiempo

ASESINO: Te dije que te encontraría.

IRINA se gira, una luz roja se enfoca sobre el lado izquierdo de su cara haciendo brillar el ojo también rojo que le injertó Min Tun. La luz sólo dura un instante, luego estamos de nuevo en el día perfecto. IRINA se sobresalta, pero el ASESINO parece no percibir el juego de luces (nota para el DIRECTOR: es importante que la audiencia perciba el susto de IRINA y lo asocie con la luz roja).

ASESINO: ¿qué hacemos ahora?

IRINA: (dulcemente) estás tan lejos de la verdad que ni cuando haces la pregunta adecuada te das cuenta. ¿Qué crees que estás haciendo?

ASESINO: he venido a buscarte como prometí.

IRINA: (más tierna todavía) ¿por qué?

El ASESINO se sienta a pensar, sabe que hay algo más en la pregunta de Irina que lo que está entendiendo. Finalmente toma una decisión, sabe que necesita la verdad, así que se sincera.

ASESINO: he venido para decidir si tengo que matarte.

IRINA suspira aliviada, que el asesino sea sincero va a hacer las cosas mucho más fáciles.

IRINA: tu sinceridad lo va a hacer todo más fácil.

ASESINO: (con curiosidad, no nervioso) ¿qué quieres decir? ¿sabes a qué he venido?

IRINA: sé todo lo que pasará hasta que se ponga el sol. Ven a mi lado, quiero abrazarte mientras pueda.

El ASESINO se sienta al lado de IRINA, a la DERECHA y la abraza, ahora están los dos sentados al borde del acantilado de cara al público. El ASESINO la rodea lentamente con el brazo y ella apoya la cara sobre su hombro, su ojo bueno queda cerrado y sólo vemos el ojo rojo.

IRINA: dime en qué estás pensando.

ASESINO: me da la sensación de que los dos estamos en mundos completamente diferentes, como si no compartiéramos la misma realidad. No sé si quiero enterarme de lo que sabes y no puedo vivir sabiendo que tu vives lejos de mi. La única solución que se me ocurre es matarte.

IRINA: te ayudaré, cariño (IRINA hace una pausa antes de decir CARIÑO, es la primera vez).

Los dos están callados un momento, cuando IRINA vuelve a hablar la voz que oímos es la del ASESINO.

IRINA: si me matas nunca sabrás si la realidad que percibes, la realidad por la que has matado a tanta gente es la verdadera.

ASESINO: ¿cómo puedes utilizar mi voz?

De ahora en adelante IRINA vuelve a hablar con su voz.

IRINA: es un recurso barato para llamar la atención, el que pone todas estas palabras en mi boca todavía no tiene claro a dónde quiere ir.

ASESINO: quién pone palabras en tu boca.

IRINA: dime, rápido, ¿cómo te llamas?

El ASESINO se queda clavado sin decir nada.

IRINA: no lo recuerdas, ¿verdad?

ASESINO: nunca he tenido nombre, siempre me han llamado por lo que hacía, he sido ESCORIA, MUERTO-DE-HAMBRE, JEFE, AMIGO, PEREZOSO y ahora ASESINO.

IRINA: pero cuando llegaste a la calle a los cinco años debías tener un nombre, ¿no? Cuando León te recogió y te enseñó a cuidar de ti mismo te debía llamar de alguna manera y seguramente hubiera elegido el nombre que te dieron tus padres, como las monjas que te acogieron antes que él. ¿Recuerdas cómo te llamaban?

ASESINO: no.

IRINA: y esos ataques de imágenes tópicas sobre lo que ibas a hacer, ¿has pensado alguna vez que pudieran ser otra cosa que imaginaciones tuyas?

ASESINO: ¿como qué?

IRINA: como una forma de preparar el terreno, de introducir la acción. Pero no pienses en eso ahora, déjame que cambie un poco la conversación. Rápido, ahora dime como te llamaban las monjas.

ASESINO: Lázaro, porque decían que me habían resucitado.

IRINA: y desde cuándo recuerdas eso. No se te habrá ocurrido mientras hablábamos ¿verdad?

ASESINO: no sé.

IRINA: y León, ¿cómo te llamaba León?

El ASESINO duda.

IRINA: rápido, no pienses, lo primero que te venga a la cabeza.

ASESINO: Luis.

IRINA: ¿Luis? (se ríe) ¿Ese es tu nombre?

ASESINO: no.

IRINA: entonces ¿por qué Luis? No pienses, rápido dime lo que sabes.

ASESINO: León nunca me llamó Luis, no sé por qué lo he dicho. No recuerdo que León me llamase ni una vez por el nombre.

IRINA: bueno, ya lo has dicho. Por fin.

ASESINO: por fin ¿qué?

IRINA: ahora vamos a tener la ocasión de decir lo que pensamos de verdad en lugar de intentar avanzar la trama, seguramente sólo tenemos un rato mientras imagina un escenario, así que dime rápido ¿qué cosas te han parecido extrañas desde que empezaste a notar cosas extrañas?

ASESINO: lo primero las visiones, cada vez que tenía un objetivo me lo imaginaba de la forma más estereotípica posible.

IRINA: de momento digamos que son una forma de preparar el terreno. No importa que no me sigas, continúa.

ASESINO: mientras acababa con los esbirros de Don Marmitaco noté una premonición que me quitaba las fuerzas, como una nube oscura.

IRINA: eso era para dar atmósfera, para crear un sentimiento de anticipación. Sigue, ¿paso algo al final, cuando acabaste con Don Marmitaco?

ASESINO: sí, estuve a punto de dar media vuelta en la puerta de su dormitorio, me quedé absorto mirando las vetas de la madera y admirando la manufactura. Aún no puedo explicarme qué me pasó. Me pareció leer los significados del universo en la dichosa puerta.

IRINA se ríe amargamente.

IRINA: ¡es un bromista! Y no se da cuenta de lo que está haciendo. Sigue.

ASESINO: cuando te vi, por alguna razón supe que tenía que conocerte.

IRINA: eso está claro, a mi me paso lo mismo contigo, somos la historia romántica.

ASESINO: ¿qué es lo que estás diciendo, crees que somos personajes de una película?

IRINA: o una novela, somos parte de la imaginación de alguien, que nos ha hecho pasar todo esto por capricho o por pasar un rato.

ASESINO: eso no puede ser, ¿cómo estamos hablando ahora?

IRINA: creo que está rellenando mientras piensa en lo que estábamos comentando al principio, debe de tener unos plazos que cumplir y un mínimo de palabras que escribir. Digamos que en este momento en que está pensando en el resto de la historia, vamos a actuar tan próximos a como somos realmente.

ASESINO: no puedo creérmelo. Cómo puede ser que alguien pase un buen rato con tanta desgracia. Mírate: tu hermano te dejó ciega, luego lo mataste, te han arrancado un ojo en vivo, te partieron el brazo y luego te colgaron de él. Yo llevo matando gente desde los seis años, hace poco maté a la única persona que entendía mi vida.

IRINA: una historia es una forma de explorar la realidad en profundidad sin necesidad de hacer barbaridades.

IRINA tuerce el gesto, como si hubiera tragado algo amargo.

ASESINO: ¿qué ocurre?

IRINA: eso no lo he dicho yo, lo ha dicho él.

ASESINO: ¿cómo?

IRINA: creo que ha empezado a leer lo que decimos y quiere aportar su granito de arena.

ASESINO: y por qué no se ocupa de arreglar todas las contradicciones que se le han colado en los capítulos anteriores.

IRINA: buena idea, eso debería mantenerle ocupado un rato.

ASESINO: qué hacemos ahora.

IRINA: o encontramos por nuestra cuenta una forma de terminar con esta historia que le guste o vamos a tener que aceptar lo que se le ocurra.

ASESINO: supongo que tendremos que trabajar algo más que “vivieron felices y comieron perdices”, una mente enferma debe querer algo menos tradicional.

IRINA: no le provoques.

ASESINO: quien ha dicho eso, él o tú.

IRINA: los dos, me parece que le ha parecido una buena idea que tú y yo lo discutamos. (Hace una mueca) Mientras los dos nos lo planteemos como un ejercicio serio y no como una forma de conseguir lo que queremos.

ASESINO: eso último no lo has dicho tú.

IRINA: no, ni tú tampoco, que quede claro.

Los dos se callan un momento, pensativos.

ASESINO: de acuerdo por mi parte.

IRINA: por la mía también.

Se sientan de nuevo al borde del acantilado, el sol ya está en su punto más alto. Pronto empezará a atardecer y los dos saben que sólo tienen hasta la puesta del sol.

ASESINO: te quiero.

IRINA: y yo a ti.

Los dos saben que esas palabras son suyas, nadie las ha puesto en su boca, también saben que es todo mucho más complicado que sólo declararse un amor imperecedero.

ASESINO: siento la obligación de seguir con el camino del abuelo, ahora me toca a mi entrenar a un Min Tun y un asesino y dar comienzo al nuevo ciclo, para que siempre haya un abuelo. No se puede perder el conocimiento.

IRINA: lo entiendo, pero me repugna la muerte que requiere vuestro camino. No comprendo cómo puedes justificar lo que haces.

ASESINO: por qué tengo que justificar nada, acaso no es ley de vida morir y matar. Este mismo paisaje de incomparable belleza debe haber matado a un buen número de náufragos que se acercaron a la isla con la esperanza de hacer pie y se dieron de bruces con este acantilado imposible de escalar, contra el que murieron aplastados. Un río no fluye con miedo a que se ahogue alguien en sus aguas. La lava de un volcán no pide perdón por estar caliente.

IRINA: pero la naturaleza es lo que es sin haber elegido, tú tienes una oportunidad.

ASESINO: ¿de verdad crees que tengo una opción? ¿que si hubiera otro camino no lo hubiera elegido? Mi camino de sangre se ha acabado, en parte gracias a ti, pero el siguiente que venga tendrá que recorrerlo entero si quiere llegar al conocimiento. Yo no conozco otra manera, y durante toda la cadena de A Phwar que me han precedido, cada abuelo ha intentado salvar a sus nietos de la tragedia de seguir el camino del asesino.

IRINA: cómo podemos esperar disfrutar una vida juntos si vas a entrenar a dos personas en tu camino de muerte para que acaben matándose el uno al otro.

ASESINO: son sólo ocho años, diez a lo sumo.

IRINA: y al final de esos años, tu discípulo tendrá que matarte como rito de paso.

ASESINO: pero podríamos disfrutar de un tiempo para nosotros, tener hijos.

IRINA: (gritando, se levanta y se separa unos pasos) ¡No lo digas!

IRINA se echa a llorar y las palabras que salen de su boca salen como arrancadas, como si no fuera ella quien las dice.

IRINA: ¿qué quieres que hagamos con hijos? Podríamos tener dos: Caín y Abel. Sólo que en este caso Abel sería el cruel, el que te mataría y Caín el del dilema, ¿qué hacer con su hermano, matarle y terminar con el camino de papá o dejar que le mate a él para continuar tu legado?

IRINA se cae de rodillas.

IRINA: (desesperada, otra vez ella) y yo tendría que mirarlo todo sin poder hacer nada.

Esta vez es el ASESINO el que se levanta y se lleva la mano al cuello con gesto de sorpresa.

ASESINO: (como obligado a decirlo) también podría entrenarte a ti como el nuevo Min Tun y a nuestro hijo para sucederme, así tendrías un papel más activo en la historia y yo podría tener remordimientos continuamente.

El ASESINO se sienta en el suelo enfrente de IRINA con las piernas cruzadas.

ASESINO: (de nuevo con su voz) también puedo matarnos a los dos aquí y ahora mismo.

IRINA le mira, considerándolo.

Rompe una tormenta que aparece de ninguna parte y el viento aúlla.

VIENTO: nooooooooooooooooooooooo, nooooooooooooo puedes.

Tan bruscamente como ha llegado, la tormenta desaparece y deja a los dos personajes empapados. IRINA sigue llorando.

ASESINO: no parece que esto vaya a terminar bien, nos hemos metido en un callejón que no lleva a ningún lado.

IRINA se levanta bruscamente y corre hacia el acantilado, el ASESINO, mucho más rápido le hace un placaje y la tira al suelo. Se coloca encima sujetándole las manos al suelo.

IRINA: (furiosa) ¡déjame ir! Los dos juntos no podemos hacer nada, nuestras vidas son incompatibles. Pero si uno muere, el otro tiene la posibilidad de ser feliz. Yo soy la que tiene menos que perder.

ASESINO: no he sido yo el que te ha detenido, yo me iba a tirar a tu lado.

IRINA deja de llorar.

IRINA: (de nuevo tranquila) estamos atrapados ¿no?

ASESINO: sí, cariño.

El asesino la deja ir, IRINA se incorpora y le da un beso.

IRINA: (poniéndole un dedo en la boca) no me lo digas.

Ahora están los dos uno frente al otro, IRINA sentada y el ASESINO de rodillas. IRINA recoge las piernas contra su pecho.

IRINA: ¿qué nos queda? Podrías retirarte a una cueva a llevar la vida de un ermitaño mientras recuerdas nuestros momentos juntos, yo miraría por mi ventana al horizonte cada mañana antes de ir a clase. Nuestro amor no moriría jamás.

ASESINO: yo podría renunciar a las enseñanzas del abuelo y sacrificarlo todo por amor, tendríamos un niño y una niña maravillosos y ocasionalmente una aventura en la que todos empezarían tomándonos por inservibles: un alfeñique y una ciega, pero los callaríamos a todos con nuestras habilidades. Nuestra vida sería como una película de James Bond. Podrían hacer series basadas en nuestra vida, merchandising y toda la pesca.

Los dos se ríen amargamente.

IRINA: ¿crees que este jaleo tiene una solución?

ASESINO: no veo ninguna. Antes de venir a verte me planteé no buscarte, olvidarme de ti y seguir con mi vida, quizás podría hacer eso, nunca tener esta conversación contigo y cada uno seguir su vida por su lado.

IRINA: ¿de verdad viniste a matarme?

ASESINO: no puedo olvidarte, tengo que saber que no existes o estar contigo. Una opción era matarme yo. No sé como va a acabar esto, pero sé que no podemos vivir cada uno por su lado. Uno de los dos va a morir antes de que acabe todo.

IRINA: supongo que no hay remedio. Antes de que llegaras estaba pensando en qué haría si no venías. Ya había decidido ir en tu busca, aunque significase buscarme la muerte.

IRINA y el ASESINO se besan.

IRINA: ¿qué crees que pasaría si hacemos algo más que besarnos?

ASESINO: podemos probar.

IRINA le empieza a besar el cuello, le mete la mano por dentro de la camisa, le desabrocha los botones hasta abajo. El ASESINO le quita la camiseta que lleva y le desabrocha el sujetador. Hace una pausa, y se lo quita. IRINA se levanta y toma al asesino de la mano, juntos van hasta un árbol bajo el que crece una mullida alfombra de hierba. IRINA se arrodilla, le desabrocha el pantalón y se lo baja. Afortunadamente los dos calzan chanclas, así que el pantalón sale fácilmente. Le frota por encima de los calzoncillos, se los quita y empieza a chupársela. Al cabo de un rato, el ASESINO la levanta tomándola de los hombres y se arrodilla frente a ella, le desabrocha los pantalones y se los quita junto con las bragas todo de una vez. Luego la empieza a besar. De pronto para.

ASESINO: ¿tú tampoco notas nada?

IRINA: no.

ASESINO: ¿por qué crees que nos ha dejado seguir?

IRINA: le debe gustar mirar.

El sol esta ya bajando por el horizonte, la tarde se está oscureciendo. IRINA y el ASESINO saben que les queda poco tiempo, recogen sus ropas y se vuelven a vestir, luego se sientan apoyados en el árbol, uno a cada lado dándose la espalda.

IRINA: crees que nos damos la espalda por algún motivo.

ASESINO: igual en representación de los caminos divergentes que necesariamente tienen que tomar nuestras vidas. Somos como dos coches que se han cruzado en una carretera recta y que ven como el tiempo que antes los acercaba ahora no hace más que separarlos.

IRINA: ¿eso has sido tú?

ASESINO: por favor…

IRINA: yo tampoco.

Se acerca el momento de las despedidas, IRINA y el ASESINO se cogen de las manos.

IRINA: te voy a echar de menos, a este tú que tengo al lado, no al enigma sangriento que no sabía por qué me atraía. Pase lo que pase te quiero. Ahora.

ASESINO: yo también. Me gustaría que hubiera alguna manera de quedarnos aquí, en este sitio para siempre.

IRINA: es posible que ya lo estemos, estas líneas deben estar escritas en algún sitio, cada vez que alguien las lea volveremos al mismo lugar.

ASESINO: eso es reconfortante, pero necesito algo más permanente.

El ASESINO desenfunda un cuchillo.

IRINA: ¿qué haces?

El ASESINO se levanta y se va detrás del árbol, de cara al público, con el cuchillo escribe algo, se escucha un ruido de madera desgastándose, como el que hace salir a las lombrices de la tierra.

ASESINO: (tomando a IRINA de la mano y llevándola hasta el lugar detrás del árbol) ven, lee esto con tu mano.

IRINA: (suspira) ¿un corazón? y dentro pone Irina y … ¿este es tu nombre de verdad?

ASESINO: si no lo es me gustaría que lo fuera y ahora sólo lo sabes tú, no lo sabe ni el que dirige nuestros destinos. Quería tener algo que fuera solo nuestro.

IRINA le toma la cara entre las manos y le besa, aunque el árbol tapa sus caras, se abrazan con fuerza y se vuelen a besar, esta vez más apasionadamente. IRINA mira sin ver a los ojos del ASESINO.

IRINA: esta vez parece diferente, ¿lo volvemos a intentar?

ASESINO: déjame empezar a mi.

Rápidamente, con una pizca de desesperación, el asesino le arranca la ropa mientras ella lucha con el botón de su pantalón. Cuando consigue desabrocharlo, le baja los pantalones con urgencia dejando al descubierto su enorme erección.

IRINA: parece que esta vez nos va a dejar.

El árbol es rugoso y áspero, así que IRINA apoya las manos en el tronco y da la espalda al asesino para que la penetre por detrás. El ASESINO se la mete hasta el fondo de un sólo empellón. Las manos de IRINA aprietan con fuerza la corteza, con los nudillos en blanco. El árbol es un olivo, crecerá y se retorcerá durante milenios, metiéndose los nombres de los dos bien adentro. Miles de olivas madurarán en sus ramas y partirán contando la historia de los dos a quien la quiera escuchar. Los olivos que engendre susurrarán durante las noches de verano la historia de los dos y el desenlace que se conocerá pronto. En la pasión con que los dos están copulando se lee la tragedia de su destino, cada gemido de los dos es un canto de dolor e imprimirá un carácter especial al aceite del fruto prensado del árbol. IRINA se gira y deja al asesino ver su agridulce pasión en el gesto de sus labios

IRINA: ya está bien, ¿quién sabe poner esa cara?

ASESINO: si supiera dónde está, acababa con esta historia de golpe, aunque nosotros cayéramos con él. ¿Estás bien?

IRINA: me duele el cuello y me he destrozado las manos contra el árbol. ¿Tú?

ASESINO: se me ha doblado al meterla de golpe ¿te he hecho daño?

IRINA: un poco, pero no te preocupes.

IRINA le besa, se vuelven a vestir. El sol está ya tocando la línea del horizonte sobre el mar. Los barcos en el mar empiezan a encender las luces para atraer a los peces. Pronto será de noche.

El ASESINO mira al cielo y ve caer una estrella fugaz.

ASESINO: acaba de caer una estrella fugaz justo cuando levantaba la vista al cielo.

IRINA: ¿tienes alguna idea de lo que significa?

El ASESINO recuerda de golpe todas las historias sobre un cometa que presagia algún hecho formidable.

ASESINO: creo que nuestra historia está empezando a decidirse en la mente de alguien.

IRINA: ¿cómo crees que acabará?

ASESINO: mal. Pase lo que pase quiero que sepas que si la decisión fuera mía, ahora mismo lo dejaría todo por ti.

IRINA pone cara de angustia.

ASESINO: ¿qué te ocurre?

IRINA: me acabo de dar cuenta de que soy un personaje plano, un secundario sin importancia.

ASESINO: ¿qué quieres decir?

IRINA: todo el dilema es tuyo, yo estoy dispuesta a irme contigo desde hace tiempo, hace tiempo que no aporto nada a la historia.

ASESINO: no digas eso, si tú no existieras nada de todo esto sería posible. Tú haces que mi vida sea una tragedia…

IRINA: gracias.

El ASESINO no dice nada.

IRINA: (riendo) de verdad, gracias. (Le besa) Es la forma más bonita en que me han dicho que soy un estorbo.

ASESINO: (riendo también) vamos a dejar de preocuparnos y disfrutar de este rato que nos queda, aunque no podamos follar.

El ASESINO e IRINA se dan la vuelta, dando la espalda al público, y se sientan sobre la hierba. De fondo se escucha una música alegre procedente de la aldea que hay más abajo. Apoyados el uno contra el otro disfrutan de la melodía y se dan cuenta de que no son más que dos personas en un mundo lleno de historias. Quizás la suya es un poco más peculiar que la mayoría, pero no deja de ser una historia al uso, con alegrías y tristezas. Lo que importa es que es la suya de verdad, de la mano de quién sea. No importa si es el destino, Dios o un escritor novato. Sólo hay dos como ellos y vivirán para siempre en la cabeza de aquellos que quieran recordarlos, particularmente en la del que les ha dado la vida. Eso les hace sentirse especiales. La mayor parte de la gente vive su vida y deja una huella en los que le rodean, de forma que cuando mueran, pedazos de su historia vivirán en los recuerdos de los que les rodearon. Ellos no, ellos están enteros en la imaginación de alguien y sus pedazos vivirán en los que les lleguen a conocer.

ASESINO: después de todo no es una mala forma de existir.

IRINA: no, la verdad es que bien mirado no está mal.

ASESINO: (riendo) pero no pienso darle las gracias.

IRINA: (ríe) yo tampoco.

El sol se pone y se hace de noche, por un segundo no se ve nada, ni estrellas, ni la luna, ni las luces del pueblo, ni las de los barcos que pescan en el mar. Luego todas se encienden de golpe.

IRINA: ¿qué ha pasado?

ASESINO: se ha puesto el sol, por un momento todo se ha quedado a oscuras y luego, de pronto, todo el paisaje se ha iluminado. En el cielo brillan las estrellas, la luna está llena. La ladera del monte está iluminada por las hogueras que arden en las casas. Los barcos pescan con bombillas encendidas y el mar parece el reflejo del firmamente. Es precioso.

IRINA: debe de serlo, ¿qué hacemos todavía aquí?

ASESINO: no lo sé, debe ser algún tipo de epílogo, pero no se me ocurre cómo quiere que terminemos.

IRINA: ¿por qué no bajamos al pueblo? Parece que están de fiesta.

ASESINO: vamos a intentarlo.

IRINA y el ASESINO desaparecen por el camino que lleva al pueblo. Cuando salen de escena pasan tres estrellas fugaces y un foco rojo ilumina el pueblo. De pronto empieza a llover con fuerza. Tras unos minutos de lluvia suenan unos truenos potentes y un rayo atraviesa el escenario de parte a parte.

IRINA y el ASESINO llegan empapados otra vez hasta el árbol, los dos llegan alegres, como si no les quedase ningún pesar que compartir.

IRINA: me imaginaba que no tendríamos mucho tiempo, pero lo he disfrutado.

ASESINO: yo también, cada minuto de más es un regalo.

IRINA: ¿has dejado de buscar una razón?

ASESINO: sí.

IRINA: yo también.

ASESINO: vamos a dormir, la hierba mojada parece agradable.

IRINA: nada mejor.

IRINA y el ASESINO se acuestan bajo el olivo y se quedan dormidos el uno en brazos del otro. Todas las luces se apagan y una última estrella fugaz  atraviesa el cielo.

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