Hoy el cielo tiene un color entre gris y anaranjado que me pone triste. Es en días como este que echo de menos mi viejo tablero. Tuve que empeñarlo durante una mala racha y cuando fui a desempeñarlo resultó que ya lo habían vendido. Recuerdo el tacto de los caballos entre mis dedos y me viene a la memoria su salto impredecible. A la izquierda, a la derecha, ahora arriba ahora abajo. Su estructura inconcebible: unos cuantos cuadros pegados a otros tantos. Nunca conseguí recordar cuántos eran y creo que a ello puede ser debido mi fracaso en los torneos en que participé.
Sólo conseguí ganar una eliminatoria en primera ronda, contra Nicanor Hernández en Alicante, un 3 de abril. Lo recuerdo como si fuera hoy. Me presenté en la sala de espera treinta minutos antes de lo necesario porque me encontraba nervioso y empezaba a dolerme la cabeza.
Para matar el tiempo repasé mi defensa para la partida. Pensaba usar una variante poco habitual de la defensa Garibaldi de la que poca gente ha oido hablar, pero cuando llegué a la parte en que los álfiles trazan un complicado entramado en el centro del tablero con el apoyo de tres peones, en aquél preciso instante, me di cuenta de la absoluta inutilidad de mi estrategia si, como era de esperar, mi adversario conocía bien las reglas del ajedrez. Todo ello se basaba en colocar ambos álfiles sobre casillas de igual color y, utilizando ciertas jugadas que me atreveré a llamar de fantasía, conseguir expulsar del tablero a la defensa del adversario con un interesante salto de caballo inspirado en el tercer movimiento del ballet ‘Cascanueces’. No muy ortodoxo, es cierto, pero de gran belleza plástica.
Por suerte para mi, el maestro Hernández era un seguidor de la vertiente Gruder de la escuela francesa, y sus tres primeros lanzamientos de peón se vieron afectados por un notable esguince de codo que se había producido en los entrenamientos con balón medicinal. No me costó en absoluto esquivarlos y estaba a punto de contestarle con un lanzamiento de su propia escuela cuando, no sé todavía por qué razón, los jueces detuvieron la partida y me dieron vencedor absoluto sin siquiera jugar hasta el final.
No duró mucho mi alegría, pues en la siguiente ronda, un jugador mucho más experimentado que yo me aturrulló con una demostración impresionante en la que no llegué a efectuar más que cinco movimientos. Todos ellos de gran mérito gimnástico.
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Como anecdota, el 3 de Abril es el dia en que respire por primera vez el aire de este mundo en que vivimos todos.
Por cierto, si realmente quieres jugar, yo me ofrezco para hacer partidas via mail o como sea…