Debo confesar algo. Una cosa de la que no me siento orgulloso en absoluto. El otro día en un mercadillo compré una jarra de agua de cristal y la estaba utilizando para llevar agua de la cocina a la mesa del comedor. Mi familia y yo nos la bebíamos en nuestras tazas del desayuno, con lo que nos ahorrábamos pagar la tasa de trasvase de la cocina al comedor y el canon por consumo privado en vaso de mesa. Incluso alguna vez me he cepillado los dientes en la ducha con el dedo, con lo que me he ahorrado la cuota de higiene bucal. Y no sólo eso. En el jardín de casa, alguna vez hemos jugado todos con la misma manguera en verano. ¡Cuatro personas a la vez con la misma manguera cuando la licencia que pagué sólo era para mi mujer!
Lo diré de una vez: he sido un pirata del agua.
Lamento haber defraudado tanto y que tanta gente de la comunidad del cauce hidrográfico haya visto reducidos sus ingresos por mi estafa. Aunque hay gente que opina que el agua sólo hace falta pagarla una vez, yo veo cómo afecta mi estafa a esas pobres gentes, con sus hogares para el anciano lector del contador, sus galas benéficas y sus campañas para que los niños aprendan a comprar botellines en lugar de tanto estudiar o ir a jugar al parque.
Entiendo que el hecho de pagar una botella de agua no me exime de pagar un canon por cada cantimplora que rellene, por cada lágrima que derrame o por cada chorrito que me emane de la polla. De mi depende que ellos puedan vivir, nadie puede pedirles que busquen un negocio rentable por su cuenta.
La Sociedad General de Aguas Estancadas necesita tu ayuda. Por favor no defraudes y paga el canon en todos los productos relacionados con el agua. Incluidos tus riñones.