Tan jovencita y ya tiene un “bug” de documentación. En la entrada anterior escribí:
Sé que mi decisión es arbitraria y que no hay ninguna forma de que pueda explicarla más que la fe, la creencia irracional de que estoy en lo cierto. En eso soy igual que los creyentes, yo también creo en algo.
Podría achacarlo a una educación teísta machacona y excluyente, pero en realidad creo que es un poco de pereza mental. Es cierto que una vez introducido el concepto de dios en el discurso, es difícil deducir nada y el método científico se va al carajo, pero no es en absoluto irracional creer que el ateísmo tiene fundamento, en realidad es la única teoría no refutable experimentalmente antemortem. Así pues, no soy igual que los creyentes, sino que me resisto a creer algo que no tiene fundamento científico alguno.
Eso no quiere decir que no dé un paso a ciegas al aceptar el método científico para determinar la validez de una cuestión de fe, al fin y al cabo, y por seguir con las frases manidas pero de recia raigambre, es como juntar churras con merinas y puede ser un paso un pelín Terminator: la fe será eliminada y todo brillará con la luz pura del pensamiento racional.
Es posible que el ser humano necesite de Santo Tomás y su método científico iluminado y que la experiencia vital enriquecedora requiera un punto de irracionalidad. Nadie puede negar que excepto en aquellas cuestiones que abordan el plano espiritual, la ciencia es compatible con la fe. Añadamos a esto que la ciencia tiene el pulso frío de los peces y la pasión del pepino y enseguida apreciaremos el cálido atractivo de la fe.
Como quien no quiere la cosa, esto nos lleva al segundo mandamiento:
“Emplearás el método científico para verificar tus teorías de la realidad, pero las explicarás con fe, pasión y vehemencia y un puntito canalla para diferenciarte de Robocop”.
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Me ha gustado el segundo mandamiento. Lease Robocop e incluso Terminator que por más perfecto sonaba a hierro igual.