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Potaje de inatención

Ingredientes:

  • sociedad
  • dinero
  • cultura

Dificultad: sencilla.

Tiempo de cocción: variable.

Esta es una receta para el desastre. Es posible que algunos de vosotros, aquellos con una orientación más práctica, os preguntéis el motivo de incluirla en el libro: seguro que ya hay suficientes guisos de este tipo cocinándose actualmente, por qué es necesaria una receta más… Para estas preguntas siempre tengo dos respuestas:

  1. por completar, soy de la firme opinión que todo libro de recetas debe contener una y sólo una receta para el desastre. Aunque los cocineros que compren el libro nunca la preparen, este tipo de receta es único en lo extremadamente focalizado que está, esa ausencia de disfraces ayuda a comprender mejor al autor y da pistas sobre los vicios que pueden esconder el resto de recetas del libro.
  2. por demostrar, un buen maestro cocinero debe demostrar que domina todos los aspectos de la cocina en la que trabaja y la única forma de hacerlo es escribiendo recetas. Aunque todos hemos probado alguna vez este tipo de receta, pocos son los que saben como cocinarla y son sorprendentemente escasos los manuales de cocina que incluyen una. Los guisos de desastre son un poco como la entropía en la medida en que todo potaje descuidado evoluciona indefectiblemente hacia uno de ellos, lo difícil es conseguirlo a la primera y exactamente como lo habíamos imaginado.

Tras esta breve justificación: la receta.

El cocido que prepararemos tiene un tiempo de cocción variable, pero es fácil ver cuando está listo porque él solo desborda la olla en una llamada de atención.

Al comprar en el mercado hay que comprobar que adquirimos una sociedad en buenas condiciones, las agallas rojas en nuestro caso no nos sirven, lo que hay que buscar es que exista el concepto dinero como medio de intercambio entre los individuos que la forman. Debe ser un sistema monetario consciente, no sirven aquí mecanismos automáticos de intercambio de información como la acetilcolina o las hormonas.

Una vez comprobado este requisito estamos en condiciones de preparar la sociedad, basta con organizarla de forma que el reparto de dinero no sea equitativo y, además, haya personas con carencia de dinero. Estas dos condiciones deben suceder de forma simultánea. Debemos poner especial cuidado, si el reparto de dinero se realiza por canales de jerarquía laboral, en que los individuos en la cima de la cadena no sean solidarios con los de la parte de abajo. Si lo hacemos bien, notaremos que empieza un proceso de fermentación lenta que desprende un hedor característico.

Según el grado de avance de la sociedad necesitaremos prestar atención a la educación. En una sociedad joven no es necesario, porque los canales de transmisión cultural no están bien definidos, pero si la sociedad dispone ya de una red educativa, hay que poner especial cuidado en desincentivar su madurez. Podemos hacer esto condimentando al gusto con variedad de especias: debates sobre la mala calidad de la educación, restringiendo el acceso al flujo de dinero del sistema educativo, variando la legislación frecuentemente, o introduciendo y valorando por encima de su valor culturas alternativas (famosillos, pokemon, prestigio de marca, patrioterismo o fanatismo religioso). Si nos descuidamos y la fermentación culmina con una revolución evolucionadora, el guiso se nos va a hacer puñetas, nuestro objetivo es una revolución cultural al uso. No es necesario preocuparse en exceso por que se nos pueda torcer el cocido, es muy infrecuente.

Y ya está, es bien sencillo. Hay que taparla, ponerla a fuego lento y dejarla cocer. Cuando esté lista la tapa saltará y rebosará un poco la olla.

{ 1 } Comments

  1. el divino libertino | 04/10/2007 at 12:14 | Permalink

    Yo suelo añadir una pizca de religión y un generoso chorro de política. Acelera el proceso de desastre y aporta contundencia.