Sigo persiguiendo la regularidad, pero empiezo a verle algo bueno a este retraso en la narración, porque me evita ejercer el remordimiento a destiempo y ayuda a mesurar la compasión. En cualquier caso, aquí va una semana más.
Día 22 de abril (martes)
Hoy mis niños han ido al cole con un tarrito de orina en las mochilas. Uno de los muchos misterios de la vida japonesa. Mi hijo llevaba además una diana para parásitos intestinales. Ahora hay que esperar los resultados para saber si somos más en la casa de los que nos pensábamos.
Actualización instantánea por la gracia del desfase: no somos más.
Día 23 de abril (miércoles)
Hubiera sido un Sant Jordi sin muchedumbres de no ser porque mi cuñada debe haberse quedado en casa y está cayendo la de dios, así que nosotros también nos hemos quedado en casa. Mañana será otro día.
Tal vez ha sido la lluvia, pero los chinos hoy han estado pacíficos (aquí mostraría el principio de lo que sería remordimiento si no supiera más gracias a la demora con que escribo).
Día 24 de abril (jueves)
Hoy sí celebramos Sant Jordi. De hecho al despertarme todavía era el día correcto en España, por poquito, pero cuando finalmente hemos ido a comprar el libro, ya sólo era Sant Jordi en Alaska y partes selectas de Canadá y Estados Unidos. Al final ha sido como los anuncios de la tele, ¿a que no puedes comprar sólo uno? Y no, no he podido.
En clase los chinos han estado francamente constructivos, escuchando y explicando las cosas en japonés a los que no las entendíamos (aquí me hubiera disculpado por ser tan quisquilloso, si no fuera que escribo esto a destiempo).
Día 25 de abril (viernes)
Hemos hecho algo muy japonés, lo cual es una suerte para los que leéis este blog con la esperanza de aprender sobre la vida cotidiana en el extremo del extremo oriente. Para explicarlo debo remontarme al pasado.
Ayer fuimos a casa de mi suegra a buscar el armamento samurai que pasa de padres a hijos en todas las familias japonesas. La costumbre que voy a describir viene de la época Taishō, y aunque los orígenes se remontan a mucho más atrás, la causa directa de la forma actual de las celebraciones previas al 子供の日 (día de los niños) es la restauración Meiji que supuso un brusco cambio social y político. Pero vamos por partes.
Los lectores habituales ya sabéis las dimensiones que tiene un japonés normal, los que no seáis lectores habituales sólo tenéis que ver un combate de sumo. Actualmente los japoneses restringen voluntariamente su talla para poder vivir más juntos, porque son conscientes de las ventajas que suponen para el progreso las sociedades densamente pobladas. El medio por el que consiguen esta proeza es el ランドセル, como ya quedó explicado en otra entrada.
En la antiguedad la talla japonesa supuso un problema de índole diferente.
Todos los interesados en Japón conoceis las espadas de samurai, y las maravillas de su impecable elaboración por los maestros forjadores de antiguo, lo que no sabe todo el mundo es cuál es la resistencia a la tensión del acero templado. Apenas se conservan ejemplares de las primeras espadas japonesas, pero todas tienen una característica común: están partidas por la mitad. Sólo se conservaban dos espadas intactas en el museo nacional de japón, pero se fracturaron simultáneamente en una exhibición en 1997. Los vídeos que se grabaron durante la exhibición abrieron un capítulo nuevo de la historia japonesa y despejaron muchas de las incógnitas sobre la restricción de talla a que se sometían los samurai voluntariamente.
Un japonés en estado natural, midiendo entre dos metros y dos metros y medio y pesando entre doscientos y trescientos kilos de puro músculo, necesita una espada de dimensiones especiales, especialmente si pretende partir por la mitad a otro japonés de las mismas dimensiones. En Japón la longitud de las espadas se mide en shaku. Lo que descubrieron involuntariamente los luchadores de sumo que realizaban la exhibición en 1997 fue que si se maneja con la fuerza y destreza suficiente, una espada de acero de más de cuatro shaku no puede aguantar la aceleración lateral a que es sometida en el 居合. Cuatro shaku sería un mondadientes para un japonés adulto completamente crecido, las espadas que se rompieron el fatídico día medían cinco shaku. Este hecho fortuito permitió comprender la grandeza de los maestros del bushido, que decidieron reducir sus cuerpos lo necesario para poder expresar su coraje mediante el acero y se convirtieron así en los guerreros más fieros que han existido en la historia, junto con los ninja.
Cualquiera que haya asistido a una exposición de armaduras samurai se habrá sorprendido al no ver ninguna de adulto. ¡No es así! Un samurai grande medía como máximo metro treinta, la media era metro quince. Y era así por pura fuerza de voluntad. Cuando un niño de una familia samurai cumplía los diez meses, su padre, vestido con armadura completa y la máscara más fiera que poseyera, le ponía delante una espada (a la derecha) y una peonza colorada (a la izquierda) y se situaba al lado de la espada gritando fieramente. Si el niño se acercaba a la espada a pesar de todo, se consideraba que poseía un espíritu 武士 (guerrero) y le embutían en la primera de las armaduras. El niño crecía contra ella, lo que frenaba su crecimiento de forma extraordinaria. Sólo se cambiaban armaduras a los 3, 5 y 13 años.
Como anécdota comentar que los dos primeros aniversarios luego pasaron a conmemorarse como parte de la celebración llamada 七五三 que es una amalgama de diversas celebraciones. La celebración de los 13 años desapareció con el tiempo y sólo se celebra en algunos lugares muy específicos y secretos (todos sabemos lo que eso quiere decir: NINJA).
Este largo preámbulo viene a cuento porque tras el brusco cambio que supuso la restauración Meiji, los samurai dejaron de tener un sitio en el Japón moderno y las familias samurai abandonaron la tradición de las armaduras. Esto sucedió en la época Taishō. Como homenaje las familias conservaron las últimas armaduras del quinto año y las pasan de generación en generación. Antes del cinco de mayo (quinto día del quinto mes), cada año las sacan del armario y por unos días se rememora el sacrificio que hicieron tantas generaciones de sus antepasados por la expresión de su espíritu guerrero.
Se conserva también la tradición por la que las familias de linaje samurai colgaban en la entrada de la casa unos adornos con forma de carpa. Se colgaban tres carpas, en longitudes crecientes. Antiguamente la longitud de cada carpa recordaba el sacrificio que había realizado el guerrero en cada una de las fechas señaladas – 3, 5 y 13 años – siendo una estimación del tamaño que hubiera alcanzado el niño creciendo sin frenos artificiales. Hoy representan el tamaño aproximado de una ballena cuyo peso sea equivalente al peso transportado por el niño en su ランドセル respectivamente a los 3, 5 y 13 años. En caso de haber más de un niño en la casa, se elige siempre al primogénito, aunque ocasionalmente se observan varios juegos de tres carpas, uno por niño.
Por cierto, la razón de que no hubiera una explosión de gigantes japoneses tras la restauración Meiji hay que buscarla en los hijos de los comerciantes holandeses que llegaron al Japón abierto al comercio. Todos iban al colegio con una brillante y gran mochila a la espalda. Al final todo cuadra.
Una última nota importante, nunca hay que confundir a los ninja, también de escasa estatura, con los samurai. Los ninja son bajos por otros motivos, más secretos.
Ahora que ya tenemos el contexto necesario podréis comprender la siguiente foto sin mayores problemas. Esto es lo que sacamos del armario de mi suegra (otro día hablaré de los caballos reducidos con que se entrenaban los pequeños samurai y de los que podéis ver un ejemplar disecado en la foto).
Día 26 de abril (sábado)
Hoy me tocaba a mi revisión médica, como parte de las condiciones de mi programa de estudios, tengo también derecho a una revisión médica gratuita. Siendo gratuita no me voy a quejar: peso, estatura, vista, tensión y ¿radiografía de tórax?
En la programación avanzada os adelanto que todo lo revisado estaba bien.
Día 27 de abril (domingo)
De compras. Compro una luz para el zulo del ordenador y vemos cortinas, pero tampoco nos convencen esta vez.
Día 28 de abril (lunes)
Un consejo: no vayáis a cortaros el pelo en un idioma que no conocéis bien.
Otro: si decidís prescindir de mi primer consejo, os recomiendo que lo hagáis en Japón.
YO: El pelo corto hacer, por favor.
BARBERO 1: ¿Cómo lo quieres yhastaaquíentendíelrestoesunblablabla…?
YO: Corto por los lados y por atrás y un poco menos corto por arriba.
BARBERO 1: ¿Como así? (cogiendo el pelo de arriba por la mitad).
YO: Sí, más o menos así.
TIJERAS: Corta, corta, corta.
MAQUINILLA: Trasquila, trasquila, trasquila.
YO (para mis adentros): ¡Parezco un punk! ¡Mola!
TIJERAS: Zas, zas, zas.
YO (para mis adentros de nuevo): Ahora parezco Kojak.
BARBERO 1: Bueno, pues ya está, ¿qué tal?
YO (pensando que no hay pelo suficiente para rectificar, así que): OK
Un momento, viene la navajera.
Me afeita con una navaja que te cagas.
NAVAJA: Ziu, ziu, ziu
Un momento, viene el maestro barbero. Me corta dos pelos invisibles
Un momento. ¡Me esta sobando! ¿Me está sobando? ¡Es un masaje!
¡Cojonudo!
Total, tres personas para cortarme el pelo, y encima me pasaron el aspirador. Verídico.
Nuevo capítulo en la saga del sushi, nos damos otro atracón inmerecido.