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Segundo mes (en jalea)

Empecé a escribir este diario japonés el 12 de abril con 5 días de retraso. La segunda entrega tuvo lugar el 3 de mayo con 19 días de retraso. La tercera entrega se publicó ese mismo día, reduciendo el retraso hasta 12 días. La, hasta el momento, última entrada la escribí el 23 de mayo, un total de 25 días más tarde de los hechos descritos en ella. Hoy es 10 de junio y tocaría relatar los acontecimientos de la quinta semana de mi estancia en japón con exactamente un mes, de los buenos, de treinta y ocho días, de retraso.

Todo lo anterior, aparte de la tópica inexorabilidad del devenir del tiempo, pone de manifiesto el nexo de unión entre estos diarios que proliferan por el mundo electrónico y las mermeladas de fruta. Alguien debería reflexionar sobre cómo conservamos el pasado para su disfrute por otros mientras yo cambio de registro.

En lo sucesivo intentaré proporcionaros sólo frutas frescas que podáis elaborar como mejor gustéis o, fallando esto, dejar la cocina en manos de gente más diligente. Para acelerar el trámite, en lugar de narrar el día a día y obligaros a destilar los detalles más destacados, voy a proveeros tan sólo con las esencias de lo sucedido durante el último mes. Lo más duradero de una buena confitura son los matices que destacan en nuestra memoria después de haberla comido.

Dicho lo cual…

Día 3 de mayo (sábado): el sabor dulce de los pequeños pasos

Mi personal lucha por la regularidad me hace apreciar la constancia y por eso me parece destacable algo intrascendente. El sábado terminamos nuestro primer saco de arroz, que por otra parte es el tamaño estándar en que viene el arroz en el supermercado. Diez kilos de arroz que no son cómodos de transportar y que hemos ido erosionando cada día hasta rebañar la última ración del cubo que tenemos bajo la cocina.

Lo del cubo no es broma. Lo de los sacos tampoco.

kit de arroz

Día 4 de mayo (domingo): un pellizco de emoción

El baño es un pasatiempo nacional en Japón. No se trata sólo de limpiarse, es un momento para el goce y la reflexión, a la par que para valorar lo que perciben los alimentos durante la cocción. La temperatura del agua en el baño de mi casa es de 42 grados centígrados, que es la temperatura a partir de la cual me enseñaron en el colegio que se desnaturalizan las proteínas. Este infierno húmedo no entra en ebullición en deferencia al 外人 que tenemos en casa, o séase yo. Resulta que 42 grados centígrados es una temperatura suave para lo que suele ser el hervor que se dan habitualmente los japoneses para limpiarse.

Este goce de la cochura lo disfrutan los japoneses tanto en el hogar como fuera de él, en recintos comunitarios en que puede uno abrasarse en compañía y que podemos clasificar en dos tipos: 銭湯 y 温泉. El sento es un baño público sin más, con agua del grifo cuya temperatura ha sido elevada de forma indiscriminada. Lo que nos interesa en este largo trozo de introducción es el otro tipo de baño, el onsen, cuyas aguas brotan de un manantial. Siendo la naturaleza tosca y primitiva y contando sólo con magma y torrentes de agua, no es extraño que provea de agua a temperaturas irracionales. Los japoneses primitivos tuvieron que elegir entre apestar como hienas o adaptar sus cuerpos al capricho de los dioses. Y ya hemos comentado en este espacio la extraordinaria capacidad de adaptación que tienen los japoneses.

Un onsen es un lugar en el que la culpa de que te estés escaldando no la tienes tú mismo ni tampoco el regulador de la caldera, sino que es parte del orden natural del universo. Esto conecta directamente con la tradición zen (on-sen, que luego degeneraría en zen, de forma similar a como de pimiento derivamos la palabra miento en la península).

Es por todo lo anterior que el domingo nos fuimos hacia Tamba, al noroeste de Kioto, a recoger warabi, una suerte de esparrago triguero japonés, en anticipación del baño que nos daríamos en un onsen de Kameokashi, en el camino de vuelta. Para los que tengáis pensado venir a Japón, es importante aprender a afrontar los riesgos del baño público japonés. En las casas y hoteles proveen de duchas que los extranjeros podemos regular a la temperatura que deseemos, pero en un baño público no disponemos de estas comodidades y debemos aprovechar la experiencia que han adquirido los japoneses durante los siglos (ambos) de contacto con individuos que venian del exterior.

El principal problema del baño a temperaturas autóctonas, a partir de 42 grados y hasta la evaporación completa del agua*, es que, exceptuando el pulmón, nuestros órganos internos no están preparados para soportar cambios de presión bruscos. Particularmente, el aumento de la temperatura convierte nuestros conductos digestivos en ollas a presión con dos válvulas de escape. En la posición natural de baño, el extremo sumergido presenta mayor resistencia a la salida de gases de escape, por lo que estos tienden a salir por el extremo emergente y ahí radica el problema. Si la postura de baño no es la correcta, vertical con el final del conducto bucofaríngeo orientado horizontalmente y la espalda recostada sobre un objeto inamovible, los gases expulsados pueden provocar, por efecto de la tercera ley de Newton, que nuestra cabeza inicie un movimiento que provocará su inmersión en el caldo hirviendo, con la consiguiente cocción instantánea de nuestros globos oculares. Es aquí donde entra el warabi, sus largas y resistentes fibras tejen una red que protege nuestro estómago y bloquea ambos extremos durante el お風呂, hasta un máximo de 30 segundos, que es lo que tardan en aparecer otras complicaciones mortales.

Antes del baño me encontré con un cienpiés en la carretera (de estos), por supuesto no me impresionó, soy un veterano del onsen.

* El hervir del agua en el baño es un concepto que exportaron como sauna los pocos vikingos supervivientes de la expedición nipona de Olaf ‘el Frio’, llamado ‘el Rojo’ después de su visita al archipiélago nipón en su viaje más occidental. De vuelta, parte de la tripulación, con el efecto de los baños termales marcado de forma incandescente en sus cromosomas, desembarcó en unas playas vírgenes dando origen al indio nativo norteamericano.

Día 5 de mayo (lunes): un punto de jengibre

Hoy era el día de “El amor a la tierra” y mi suegra nos ha llevado a un festival de tinte hippy en el que predominaban los bailes hawaianos por algún motivo. Lo peor ha sido cuando le he preguntado cuál era el motivo del festival y me ha dicho “Earth Love”, pero como mi suegra sabe que yo soy español y estudio japonés, lo ha hecho medio en japonés y medio en español, manteniendo el origen inglés del lema. Cualquier japonés que se precie pronuncia Earth como Haz y la traducción de Love todos la conocemos, añadamos un artículo determinado en medio y completaremos una frase que me ha sorprendido en boca de mi suegra.

Dia 11 de mayo (domingo): la nostalgia de la ausencia de lluvia

La vertiginosa espiral de deuda en torno a los gatos y el sushi continúa, pero el domingo nos tomamos un respiro en el ojo del huracán para celebrar el día de la madre con mi suegra, comiendo sushi de la manera tradicional: nosotros vamos a un restaurante, el chef nos prepara la comida y luego la pagamos. Sólo un pero fueron los cuatro melones que el dueño nos incrustó en el menú sin repercutir en el precio. Esto puede parecer una nimiedad a los que compramos melones en el mercado por cuatro duros, pero aquí van desde los 15 euros por pieza hasta el infinito y más allá y terminó con cualquier espejismo de paz que pudieramos haber percibido. La escalada posterior, con doble parking gratuito por un lado y mangos de Miyazaki por el otro (cuando el mango ha crecido, se envuelve en una red que se ata a la rama de la que crece sin desprenderlo, sólo se cosecha cuando cae por sí mismo al estar maduro: precio orientativo a partir de 18 euros la pieza) ha hecho añicos la breve calma en la tempestad que llueve sushi hacia nuestra casa. Por ejemplo, después de escribir esto me voy a ir a cenar sushi de caballa y rollitos de anguila.

Día 1 de junio (domingo): una pizca de sal

Teniendo pocas alternativas a la hora de practicar deporte, he intentado probar con el levantamiento de sofá. Compramos un sofá por internet que ha llegado hoy, un poco más largo que cuando lo compramos, suponemos que por efectos de la dilatación en el tiempo predicha por la teoría especial de la relatividad.

El tipo que lo ha traído venía solo en un camión y mediría como metro cincuenta. Le he visto descargar el sofá sobre una carretilla microscópica y desvencijada con la que pretendía recorrer la calle en la que vivo hasta mi casa. El suelo está empedrado con losas rectangulares dispuestas de la manera más irregular posible en ángulos divergentes y esquinas protuberantes. Total que venía el pobre hombre con el sofá balanceándose en vertical sobre la triste carretilla traqueteando por la calle. Me he acercado a ayudarle mantener la verticalidad del conjunto y como un valiente le he preguntado si le ayudaba a meterlo en la casa. El servicio incluía entrega a domicilio, pero me ha dado pena.

Evidentemente el sofá pesa un cojón y medio y, entre eso y que la caja de cartón que lo envolvía estaba rota, no podía levantar mi lado. El hombrecillo mientras tanto sostenía su lado con cara divertida. Con un esfuerzo sobrehumano, pero con cara de aquí no pasa nada, al final lo he alzado y metido en casa. Suerte que en Japón no se da propina, al terminar no podía levantar los brazos.

Después de un rato hemos desmontado la caja y separado los cojines y el suplemento (es un sofá en L) para que pese menos y reducir el perímetro. Una vez listos lo hemos empezado a subir por la escalera, que habíamos medido concienzudamente antes de comprarlo. Sube el primer tramo y todo va bien. Ahora hay que dar el giro, pero todo está medido cuidadosamente y sabemos que cabe… excepto por cinco centímetros escasos de techo. El sofá no pasa por la escalera, hay que joderse. Luego hemos visto que, gracias a Einstein, en realidad mide más de lo que ponía en el anuncio.

Vamos a bajarlo. ¡Sorpresa! Está encajado, es como el cuento ese de Douglas Adams. El sofá no sube ni baja. No es posible. Además en la escalera sólo cabe el sofá. Ni mi mujer puede bajar ni yo puedo subir. En Berlín era un telón de acero, en mi casa es un puto cacho de sofá en L. No es lo mismo.

Tiene que poderse mover. Tras unos minutos de desesperación, intentamos reproducir nuestros movimientos al revés. Donde antes era “inspiración, espiración” ahora es “espiración, inspiración” ¡y funciona! El sofá ya está donde empezó.

Y ahí sigue. Tengo un plan para meterlo por la ventana de la cocina, pero antes tengo que comprar una cuerda.

Habrá segunda parte.

Día 2 de junio (lunes): proyección de melaza

Hemos ido al karaoke y cantado como los ángeles. Esto es una percepción subjetiva que no tiene en cuenta los dedos en los oídos de mi familia ni la cara del chaval que nos ha traído las bebidas. Las tres veces. El 11 de junio repito con la gente de clase, a ver si al día siguiente todavía me hablan.

Día 7 de junio (sábado): otra pizca de sal

Tras seis días dándole vueltas a la forma de meter el sofá en casa y buscar por internet métodos para sujetarlo y materiales necesarios, hemos llamado a una empresa de mudanzas que tenemos al lado de casa y nos han dado un precio muy similar a lo que nos costarán las cuerdas y la escalera que planeábamos utilizar si participo como tercer miembro del equipo que subirá el sofá.

Dejo para la posteridad la receta para subir un sofá por la ventana de un primer piso (segundo en terminología japonesa).

Materiales:

  • dos correas planas con pasador para ceñirlas, como las que se ponen alrededor de las maletas grandes, pero de 6 o 7 metros de largo.
  • una cuerda ligera.
  • unas mantas
  • unos guantes

Procedimiento:

  1. Sofá en vertical sobre el suelo en la calle, se recomienda poner algo debajo para que no se manche y elegir un día sin lluvia, algo no trivial ahora que estamos de monzón.
  2. Se envuelve el sofá en mantas por la parte de arriba.
  3. Se ciñen las dos correas, por debajo del brazo del sofá en el extremo elevado y alrededor del sofá. Una de las cintas se deja en el lado derecho y otra en el izquierdo.
  4. Se descuelga la cuerda desde la ventana y se ata al extremo de las dos cintas para subirlas hasta la ventana.
  5. Se jala de las dos cintas entre dos personas mientras la tercera levanta el sofá desde abajo, siendo un primer piso y midiendo el sofá más de dos metros, no es necesario tener una cuerda guía, sino supongo que sería recomendable.
  6. Una vez el sofá llega a la ventana, las dos sufridas personas lo sostienen en vilo mientras la tercera sube para ayudar en la maniobra de entrada. En Japón este paso implica que la persona que estaba abajo debe descalzarse antes de entrar en la casa.
  7. Entre los tres meten el sofá por la ventana con cuidado de no cargarse el marco de la ventana, la tercera persona se asegura de que no se utiliza la ventana como único punto de apoyo para la palanca que es el sofá durante esa maniobra.
  8. Las dos personas se largan sin propina, porque en Japón no se estila.

Seguid el procedimiento bajo vuestra responsabilidad, a mi me ha funcionado.

Día 8 de junio (domingo): la fruta

Mi profesora de japonés se sorprendió cuando le dije que en España no hacemos 運動会. El evento, para los que no leen japonés, consiste en una competición organizada por los colegios con o sin participación de los padres. Afortunadamente en el colegio de mis hijos este domingo ha sido sin participación más allá de la asistencia el día de la misma. El objetivo de la ceremonia no es, como podría pensarse, fomentar el espíritu deportivo y la unidad familiar desde la escuela, sino introducir a los pequeños en los entresijos y la complejidad de la organización de eventos multitudinarios en un entorno de hostilidad sonora.

Todos hemos oído alguna vez lo organizados que son los japoneses. Cada vez que se organiza algo en algún lugar del mundo se habla de la precisión alemana y la coordinación japonesa. No sé cómo es la vida en Alemania, pero en Japón trabajan duramente para conseguirlo desde bien pequeños. El domingo, el patio del colegio de mis hijos se asemejó a un gran reloj suizo, en que todas las piezas funcionaban de forma sincronizada y sin aparente esfuerzo. Todo ello puntuado por pistoletazos de salida, tambores, gritos de ánimo y banderas moviéndose frenéticamente.

Si alguna vez tenéis ocasión de asistir a uno, no la desperdiciéis y fijaos en cómo los chavales se toman cada competición como una oportunidad para relajarse. Veréis cómo niños agobiados recogiendo pelotas, poniéndo vallas, pintando líneas en el suelo o repartiendo agua, adquieren una expresión pacífica cuando les llega el turno de correr los 100m vallas o sortear obstáculos con un balón en equilibrio sobre un cono de plástico. Sigue una pequeña descripción de las prácticas deportivas:

Previo

Antes del evento, se preparan todos los complementos necesarios. Esto puede llevar una semana o más si el tiempo no acompaña. El undokai de mis hijos estaba programado para el sábado pasado, pero llovió, así que fue pospuesto a hoy.

Baile de bienvenida

Todos juntos en el patio, formando un rectángulo compacto, se extienden hasta ocupar todo el recinto aún perfectamente alineados y realizan un baile sincronizado al ritmo de la música que tocan los altavoces a todo trapo para despistar. Los niños están repartidos en tres equipos, identificados por tres colores diferentes: azul, verde y amarillo. La competición es entre estos tres equipos.

100m, 80m y 50m lisos

La carrera es lo que todos imagináis, pero en pista oval en lugar de recta para los 100m y 80m. Lo divertido es lo que ocurre detrás. Los corredores se organizan en grupos de cuatro, cada 10 segundos sale un grupo y se situa el siguiente. En la meta tienen que tender la cuerda de llegada y repartir tarjetas con la clasificación en la carrera para cada grupo a medida que llega. Cada salida es puntualmente indicada con una descarga de la pistola de salida y las carreras son animadas por equipos de animadores con tambor, uno por equipo.

Rueda la pelota gigante

Se colocan los tres equipos en un lado de la pista y taburetes con personajes significados en el otro lado (el director del colegio, la presidenta de la asociación de padres y otro individuo que no consigo averiguar quién es). Cada equipo dispone de una pelota de más de metro y medio de diámetro que, en grupos de tres, tienen que hacer rodar hasta el taburete, dar la vuelta por detrás sin tirar a la celebridad encaramada en él y retornar al equipo para que el siguiente grupo pruebe suerte.

Traslada el palo de bambú, tambien conocido como ‘el tifón’

Con la misma organización que la pelota gigante, pero con postes en lugar de personalidades destacadas. Los equipos trasladan un palo de bambú en grupos de cuatro, al dar la vuelta al poste, el extremo exterior experimenta una aceleración similar a la que sufre el borde de un remolino. Tras trasladar el bastón y volver al grupo, los portadores de los dos extremos del bastón acarrean el palo por debajo del equipo completo, mientras la gente salta por encima a su paso y luego lo retornan por encima, esta vez mientras todos se agachan a su paso, luego sale el siguiente grupo de tres. El objetivo es evitar la relajación tras el traslado del palo o puedes recibir un bastonazo en la espinilla o una colleja con el mismo.

Carrera de 100m obstáculos

Con una cadencia de 20 segundos, parten grupos de cuatro personas que deben superar diferentes obstáculos en carrera: pasar por debajo de una red, portar pelotas de basquet en equilibro sobre palanganas o conos, pasar por aros suspendidos de una vara, encestar en una cesta, caminar por una barra en equilibrio o saltar un obstáculo de un metro. Los elementos móviles deben ser redispuestos para cada grupo que pasa en el escaso tiempo que hay entre grupo y grupo. En la llegada también se reparten tarjetas con la clasificación.

Relevos

Las carreras de 100m se encadenan trasladando el relevo por todo el equipo.

Vuela la pelota gigante

Como “rueda la pelota gigante” pero esta vez los equipos se sitúan en medio de la pista y cuando la pelota llega al equipo, los primeros la elevan y rueda por encima de las cabezas de todo el grupo.

Llévate el bambú

En un rectángulo imaginario se sitúan dos equipos uno frente al otro y el tercero en uno de los lados. Entre los dos equipos enfrentados se disponen palos de bambú en el suelo. La primera ronda consiste en, a la voz de ya, salir corriendo en grupos de tres en pos de las varas y llevarlas hasta el punto de salida de tu equipo. Transcurrido un par de minutos, se cuentan los bastones en posesión de cada equipo.  La segunda ronda es igual que la primera, pero una vez recuperado un bastón por uno de los dos equipos los grupos en liza pueden integrarse en alguno de los otros grupos que están peleando por la posesión de un palo. Después de dos rondas, uno de los dos equipos enfrentados es sustituido por el equipo que esperaba en la banda y se repite la competición hasta que todos los equipos han luchado entre sí.

Tu gorra es mi gorra

Se sitúan los tres equipos alrededor de un círculo imaginario en grupos de cuatro. Cada grupo se organiza de la siguiente manera.

a la caza de la gorra

El juego consiste en quitarle la gorra a los grupos de otros equipos. Es tan peligroso y violento como suena. El combate se desarrolla en tres fases: uno contra uno, en que salen tres grupos, uno de cada equipo y como los inmortales, sólo puede quedar uno; todos contra todos, salen todos los grupos a la vez y sálvese quien pueda hasta que sólo queden gorros de un color o transcurra un tiempo prefijado; y descabeza al rey, juego republicano en que en cada equipo hay un grupo con gorra blanca, el juego termina cuando sólo queda una gorra blanca en pista.

Tira de la cuerda

El típico juego de tira y afloja con miles de niños y un amarre de buque mercante que soporte la tensión. También se desarrolla en tres fases en un todos contra todos.

Dansquet-multiball

Un juego extraño en que se planta un cesto suspendido en el centro de un círculo y se siembra el circulo con pequeñas bolas de tela. Cada equipo tiene el suyo. Se disponen en el perímetro del círculo, hacen una breve danza y luego deben encestar tantas bolas como puedan en el cesto.

Castells rítmico

Exhibición de danza sincronizada y construcciones humanas a medio camino entre la gimnasia rítmica y los castells. No hay equipos.

Exhibición de animadores

Los animadores en Japón son muy diferentes de la versión americanizada que se estila en España. Suelen ser grupos de chicos, con tambores, desgañitándose y haciendo algo más parecido a una kata de karate que a un baile de celebración. Cada equipo tiene su grupo de animadores que, además de estar todo el evento animando (desde las 9 de la mañana hasta las 3 de la tarde a pleno sol), no descuida sus labores de coordinación y también participa en las competiciones.

Lo tremendo de todo es que la jornada transcurre sin pausas, excepto para comer. Todo el mundo sabe dónde tiene que estar en un momento dado y qué tiene que hacer. Yo también, tostarme al sol y dar gritos de aliento cada vez que mis hijos participan en algo. Todavía estoy churruscado.

Al final las puntuaciones:

puntuaciones de la jornada

Debo confesar que mis hijos eran del equipo azul.

{ 1 } Trackback

  1. [...] casi, comprendí mejor cómo los japoneses encontraron el zen. El verano en Japón es como un onsen de tres meses sólo un poco menos húmedo. El secreto para soportar el calor veraniego japonés es [...]