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El secreto

No entiendo porque los años tienen que comportarse como cuantos de edad y asaltarle a uno de golpe el día del aniversario de su nacimiento. ¡Pumba! Abres los ojos por la mañana y  de golpe te das cuenta de que tienes un año más, no has notado los treinta y nueve y un mes, ni los treinta y nueve y treinta y seis semanas, de golpe pasas de treinta y nueve recién cumplidos a cuarenta.

Pero no es eso lo que quiero explicar.

Esta mañana, justo después de pedirle perdón a mi mujer por hacerla saltar por los aires de su lado de la cama cuando de pronto mi extremo ha tenido que soportar el impacto de trescientos sesenta y seis días venidos volando con toda la energía acumulada de tensarlos durante un año para lanzarlos todos juntos en el día de hoy sobre mi persona, ha sonado el timbre de la puerta.

Qué raro, si es viernes por la mañana.

He ido a abrir y me he encontrado cara a cara con un tipo con sombrero y gabardina y sin cara que me ha dado un coco y me ha deseado “que pase un feliz aniversario”, así, en castellano. Luego se ha dado media vuelta dejándome en pijama a la puerta de casa echando nubecitas de vapor de agua al frío de la mañana con el coco en la mano. El coco era un coco entero, no de esos pelados que venden en el supermercado. El fruto entero. Sin fisuras.

Inexplicablemente he sentido la urgencia de abrirlo en aquél momento. Así que en lugar de prepararme para ir a clase como tenía que haber hecho, he cogido una cuchilla de carnicero que tenemos en casa no se sabe muy bien por qué y le he empezado a dar cuchillazos. En las películas es más fácil y los náufragos lo hacen con una piedra afilada en un periquete, a mi me ha llevado una media hora retirar toda la fibra que envuelve la nuez, pero finalmente me he salido con la mía. Para entonces el resto de la familia estaba mirando alrededor con cara de pensar que me había vuelto loco.

El agua del coco se la ha bebido mi hija y cuando he abierto la cáscara dura para comernos la carne, he encontrado una cápsula en su interior. Como si el coco me lo hubiera dado Tamariz. Dentro de la cápsula había un mensaje:

“Ven solo a esta dirección dentro de 20 minutos, es decir a las 9:15”

He levantado la vista y efectivamente eran las nueve menos cinco. Era demasiada casualidad para no merecer una investigación en profundidad. Me he vestido rápidamente y he tomado un taxi hasta la dirección de marras. Al llegar allá me he encontrado a las puertas de un club nocturno de aspecto elegante, caro y poco acogedor para gente como yo: normal. Pero sujetando la puerta abierta estaba el tipo del coco, todavía sin la cara puesta, así que he pasado al interior sin preguntar.

- Seguro que te estarás preguntando a qué viene todo esto- me ha dicho, cerrando la puerta a mis espaldas- no te preocupes, estás a punto de pasar al otro lado, te vamos a revelar el secreto de los cuarenta.

Al decir esto, el local hasta entonces oscuro se ha iluminado de pronto y me he encontrado cara a cara con gente que no esperaba ver. Estaba empezando a comprender cuando mi anfitrión ha vuelto a hablar.

- No le cuentes a nadie lo que te enseñemos a partir de ahora, los que tengan que saber ya sabrán cuando toque.

Luego en clase me han regalado un trozo de pastel y una tableta de chocolate. Por la noche he celebrado con la familia a base de carne asada y pastel de flan, en serio, pastel de flan, de abajo a arriba: bizcocho, flan, bizcocho, nata montada, fresas y velas.