Skip to content

El río de la vida

Nos hemos acostumbrado a seguir la corriente, a dejarnos llevar y no pensar. El problema de esta costumbre es que con la velocidad que hemos tomado merced a flotar sin remar percibimos con dificultad lo que ocurre en la orilla y sólo vemos con claridad el agua que nos arrastra. Los árboles forman un fondo verde y difuso, todo lo demás se nos antoja peligroso, sombras desdibujadas que podrían amenazarnos, y a las que claro, nos da por maldecir.

Cualquier cosa diferente nos da miedo y hacer el esfuerzo de frenar y navegar río arriba ni se nos ocurre. No hay nada que objetar si al final podemos vivir de pescar atunes, pero como nos encontremos una cascada por el camino vamos a acabar hechos trizas. Cada vez hay más rápidos y las rocas nos están machacando el casco, pero seguimos convencidos de que al final llegaremos al mar.

Putos cuentos de hadas.