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Primera comunión

Ahora toca tirarse de los pelos porque un cura decide no dar la primera comunión a una niña con síndrome de Down. Míralos defendiendo embriones, ¡hipócritas! Como si la primera comunión fuera un derecho fundamental y lo que le están vedando a la niña es poder vestirse de blanco y dar una fiesta, recibir regalos y comer pasteles, como sus amigas.

Espera…

No, que todavía no estamos preparados para la verdad sobre como vivimos las tradiciones desligadas de las supersticiones que las crearon.

El cura tiene una opinión que a mi me parece válida, dentro del desvarío que es la religión: la niña no tiene entendimiento y por eso no ha pecado en su vida, como ya le han borrado el estropicio del pecado original con el bautismo, está de más la primera comunión, en la que además no parece ser capaz de participar con la lucidez que se requiere.

Para los padres este sería un buen momento para revisar a Santo Tomás, o su teólogo favorito, ver qué tiene que decir sobre el pecado y las potencias del alma, y determinar por qué no están de acuerdo con la decisión del sacerdote y si eso es porque han pensado un argumento en contra o porque, mira por donde, la religión que practican no les gusta tanto como se piensan.

Pero no, ellos quieren santiguarse sin pensar cada día demasiado en sus creencias, más allá de estoy a salvo, estoy seguro y mi hija es tan buena como los demás y por eso tiene derecho a lo mismo. No se dan cuenta de que no todos somos iguales, ni su hija ni, por poner un ejemplo, yo mismo, podremos nunca entender la dialéctica de Hegel. Eso no quiere decir que seamos seres despreciables, sólo que nunca podremos participar en una conferencia sobre filósofos alemanes del siglo XIX.

Su hija, a juicio del confesor, es “un ángel de Dios” inocente de toda maldad, que es una forma bonita que tiene el cura de decir que no se da cuenta de lo que hace, y eso tampoco le permite participar en una ceremonia mucho más compleja de explicar que cualquier cosa que pudiera escribir el autor de la Fenomenología del espíritu. La niña sufre porque sus amigas tienen fiesta y ella no, los padres se indignan porque quieren que su hija sea tratada como las demás, pero ni se les pasa por la cabeza que resulta que no es como las demás y que, si lo que les importa de verdad es el alma inmortal de su hija, el cura les acaba de garantizar que irá al cielo y verá a Dios.

Soy ateo, me parece que las religiones son el síntoma claro de que la humanidad no está preparada para dar un paso más en su evolución, pero no puedo criticar a un cura por ser coherente con sus ideas. Prefiero criticarle porque sus ideas son dignas de ganar todos los premios de ciencia ficción grotesca del universo universal.