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Inmersión

Vas por la calle tranquilamente y ¡zas! te pasas de introspección. Es un poco como pasarse de frenada, notas que todo se comprime y te haces pequeñito y pesado y se te saltan las lágrimas. Esta mañana me ha ocurrido y he salido dando vueltas sobre mi mismo entre los atónitos peatones. En semejante situación lo mejor es abrir los ojos y empaparse de lo que sucede a tu alrededor, cualquier cosa que no tenga que ver contigo y que te hinche como una esponja. El problema es que el momento angular con el que giraba mi cuerpo era tal que mis ojos apenas percibían una espiral de colores, como cuando te subes en las tazas en las ferias. Eso me ha recordado cuánto me gustan esas atracciones y lo mareado que acabo y cómo me digo que no subiré nunca más y lo incoherente que es volver a subirme la siguiente vez y el paralelismo con la tesitura en que me encontraba, ¡vaya coincidencia! o ¿no sería tal? ¿tal vez era una advertencia? Total que contemplando la posibilidad de ser el centro de atención de toda la realidad me he volcado aún más sobre mi mismo y tanta compresión me ha convertido en un punto que viajaba rápidamente calle abajo, hasta que me he caído al río y el agua fría me ha hinchado los bolsillos del pantalón, frenando mi velocidad de giro y permitiéndome abrirme al exterior.

Así que hagáis lo que hagáis, nunca llevéis pantalones impermeables con los bolsillos cerrados con cremalleras, nunca sabes cuando necesitarás que se llenen para detener tu zambullida en ti mismo.