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Pon un obispo en tu mesa

Me pasa por no leer los periódicos con asiduidad. Ayer me salté la cita con el ordenador, fue algo premeditado motivado por dos razones: que no sabía qué escribir y un problema que tengo desde que recuerdo, o quizás una maldición. Ahora, gracias a monseñor tengo que hacer turno doble.

Primero sobre mi problema, que es anatómico. La manifestación más obvia es una pequeña mancha circular en las radiografías de mi cabeza. En realidad es una esfera de pocos milimetros de diámetro y en su interior no hay nada, literalmente, tengo una esfera de vacío en mi cerebro. Dicho así sorprende, y si me conoces sabes que no parece tener ningún efecto secundario, pero en realidad si lo tiene. No sé bien de qué están formadas las paredes de la esfera, aunque si fueran de la misma materia gris que forma el resto de mi cerebro la burbuja colapsaría sobre si misma. Lo que sí sé es que debe haber más de un tipo de tejido en la misma. La capa que recubre casi al completo la cara exterior debe ser de un material aislante, y en el interior debe haber dos secciones de tejido neuronal en lados opuestos. Sé esto porque la esfera se comporta como un condensador y se carga con mi fuerza de voluntad.

Es por ello que cuando algo requiere cierta disciplina por un periodo continuado, cualquier interrupción en mi motivación, cualquier pausa o diminuto flaqueo requiere que vuelva a empezar, la carga del condensador se disipa y necesito volver a cebar el circuito desde cero. La diferencia de la pausa de ayer frente a otras es que estoy intentando mantener la tensión a pesar de relajar la disciplina y así convertir las pausas en eso en lugar de detenciones. Parece que funciona.

Ahora vamos a lo que me hace cosquillear los dedos, las declaraciones del obispo y la sorpresa y alzar de manos a la cabeza estúpido, perdón, en estupor de mucha gente que lo critica por insensible.

El ilustrísimo obispo de San Sebastián pertenece a la congregación de los fieles, un grupo de individuos convencido de que estamos en este mundo para ser puestos a prueba en una suerte de gran hermano universal, con un sólo ojo que todo lo ve y otro cuya misión es tentarnos. El mundo de verdad, el mundo que cuenta, es el que viene después y al que todos tenemos una oportunidad de acceder. Hay muchas puertas de salida en la casa, algunas plácidas y otras más inquietantes, y hasta que atraviesas la que te toca en suerte no sabes si has ganado o la has cagado, pero lo que sí sabemos desde que nacemos es que algún día nos tocará salir por una de ellas.

Desde el punto de vista del obispo, lo único que ha ocurrido es que en Haití varios miles de personas han encontrado un tirador para abrir la suya. Su fe le dice que debemos ayudar a los necesitados y apiadarnos de los que sufren, pero eso es el pan nuestro de cada día, es evidente que eso no es nada extraordinario ni comparable a lo que sucede en España, un país embelesado por el tentador, a un paso de irse de cabeza por la salida equivocada y eso sí es para siempre.

Seamos consecuentes y aprendamos lo que significan las cosas. Lo que ha dicho el obispo está completamente de acuerdo con la doctrina que practica y no debería causar la más mínima extrañeza. Es como si nos asombrase que el presidente de la patronal ponga el dinero por encima de las personas o no tenga vergüenza, por supuesto que es así, porque así es como se gana dinero que es lo que le importa. Si no nos gusta podemos empezar a pensar en cómo cambiamos las cosas, pero no critiquemos a la gente por ser coherente con sus ideas.

Critiquemos sus ideas.