Ya estoy viviendo en Japón. Hoy intentaré hacer un resumen de lo que ha sido la primera semana y luego intentaré (una vez más) alcanzar la regularidad.

Día 1 de abril

Me lo perdí. Subí a un avión a las 6:25 am y procedí a dejar un rastro de bostezos desde Barcelona hasta Osaka. Mi cerebro apenas procesó nada.

Día 2 de abril

Aterricé en Osaka, tren hasta Kyoto y directo a hacer un examen de nivel de japonés para la escuela en la que voy a estudiar japonés. Afortunadamente están habituados a tratar con extranjeros y el profesor que me hizo la entrevista me hablaba con premeditación (y postmeditación, e incluso intrameditación). Os transcribo un trozo de la entrevista, no es literal, pero la idea viene a ser esa:

SENSEI: ¿Cómo… te… llamas?

YO: Hoy desayunados avión

SENSEI: Tu… nombre. ¿Cuál… es… tu… nombre?

YO: Mañana, ayer me desayunados

SENSEI: (mirando mi hoja de inscripción) ¿Enrique? ¿Te… llamas… Enrique?

YO: ¡Nen!

También escribí un poco.

Decidieron que el curso de principiantes avanzados era lo más apropiado. No soy capaz de imaginar cómo es el curso de principiantes sin más. Desde fuera parecen normales.

Por la noche me comí todos los peces crudos que una persona puede comer sin morir, y alguna cosa más que no era un pez. Atracón de sashimi y sushi.

Día 3 de abril

Aquí no ha desembarcado Ikea todavía (lo hacen el 14 de abril y mi señora ya tiene el día reservado) pero hay alumnos avanzados que venden muebles sin montar, como los que hacen las mesas de mis hijos. Las instrucciones son igualmente sencillas de seguir aunque se echan de menos los nombres en klingon de las piezas: Flavin, Morgenströng, Undarslünnin…

Total que me eché la mañana montando una mesa y desmontándome las lumbares. Objetivo conseguido en ambos frentes. La otra mesa tendrá que esperar a la semana que viene mientras me recupero.

Luego fui a hacer acopio de adaptadores para aparatos eléctricos, entre ellos el ordenador. Los enchufes en Japón son planos donde en casa eran redondos y, claro, los cacharros inmigrantes no encajan bien. Espero que no sea una metáfora.

Para terminar el día, ejecutamos con precisión militar nuestros 近所ご挨拶, coordinados y adorables en la forma. Se trata de una fusión perfecta de pragmatismo y civilización, y el primer paso para nuestra integración en el entorno más cercano, consistente en presentarse, toda la familia, a los vecinos más cercanos y hacerles presente de un detalle. En otro lugar, esto se traduciría en que los vecinos más antiguos acaben con la casa llena de Recuerdos de Alcañiz, pero en Japón no, los regalos son elementos de uso cotidiano, por ejemplo nosotros regalamos jabón para la lavadora (perfectamente empaquetado y envuelto con papel de regalo y una etiqueta escrita a mano y personalizada). Me encanta que esto sea perfectamente normal.

Por cierto, la distancia empleada para determinar cercanía vecinal es no-euclidiana, no-topológica (¡en serio!) y no-racional.

Día 4 de abril

Primer contacto con los formalismos de entrada a la escuela, en este caso la mía. Asistí en tejanos y zapatillas deportivas a mi 入学式 (ceremonia de entrada al colegio). En este caso era aceptable, porque todos somos extranjeros y nuestras respectivas señoras japonesas nos permiten hacer el payaso, por lo que no fue necesario cortarse ningún dedo.

La ceremonia en sí no la entendí porque era en japonés. Aunque post-ceremonia nos explicaron mediante señas y palabras muy simples que tenemos que entrar a una hora determinada y que los lunes y los jueves nos dejan ir a comer a casa. También que sólo se puede fumar en el area resevada para ello en el segundo piso (por favor restar uno del número de piso para la traducción simultánea, aquí la entrada de la calle está en el primero) y que no (de verdad no) se puede fumar en la calle porque la calle de la escuela es de no fumadores.

Al salir fuímos a un todo a cien para comprar unas anillas blancas para colgar las cortinas del cuarto de mi hija, pero sólo quedaban marrones. Como mi mujer puede entenderse con los dependientes, decidió preguntar si tenían en el almacén y le dijeron que no, pero que si quería se las podían encargar. En un todo a cien. Así que las encargamos y nos tomaron nota del nombre y un teléfono. En un todo a cien. Por un sólo artículo. De cien yenes. Que vienen a ser cien pesetas de las de antes. Igualito que en casa. Hace unos días nos llamaron para decirnos que ya había llegado y podíamos pasar a buscarlo cuando quisieramos. No era broma, ya las tenemos en casa.

Por la tarde llevé a mi hijo a llorar un rato en la puerta de la clase de karate. Al pobre le está costando integrarse en la disciplina espartana. Como buen discípulo de Herodes, le dejé allá llorando y me piré. Lamentablemente, al volver una hora después, seguía en la puerta. El camino hacia el estrellato en el cine de acción es duro, pero tengo que pensar en mi futuro.

Día 5 de abril

Sorpresa, sorpresa. Mi primera visita al supermercado como cliente de los que tienen que llenar la nevera de comida. Los precios de la fruta y verdura son… interesantes. Ejemplos:

Comemos mucha pasta.

Para celebrar que ya hace 11 años que nos pusimos los grilletes, por la noche fuimos a cenar a un restaurante francés, lo que es una excusa para beber vino a saco, cosa que procedimos a hacer con dedicación.

Día 6 de abril

Empecé el día escuchando una cancioncilla que decía (traducción libre):

Calle Grande 451, 2º 3ª, Sres. Gómez

Calle del Mar 123, 1º 2ª, Sres. Martínez

Pasaje Lope de Vega con Calle Cervantes, hacia el este, Sres. López

(y así un rato… )

Es una cosa de las que más me gustan de Japón, y no lo digo con sarcasmo, no se averguenzan de lo que son. Fuimos a un templo shintoista a terminar la ceremonia que empezamos cuando se inició la construcción de la casa que nos hemos comprado aquí. Entonces, mi suegra fue a comprar un amuleto para que la construcción fuera bien y arena bendita para purgar la casa de malos espíritus. Ahora que hemos entrado a vivir el amuleto ya ha cumplido su función, así que hay que devolverlo y pedir el favor de los dioses para la vivienda ya construida.

Kyoto es una ciudad de unos tres millones de habitantes y se construyen casas a diestro y siniestro. Como para cada ceremonia hay un templo favorito en la ciudad, por pura combinatoria coincide mucha gente a la vez en el mismo templo, así que la ceremonia que supongo que antes consistía en invocar la bendición de los dioses para una vivienda ha transmutado en una letanía de nombres y direcciones que dura unos cinco minutos. Al principio choca y parece una estupidez, pero luego te das cuenta de que es lo único que tiene sentido.

Para complementar luego fuimos a uno de los sitios que, aún teniendo sentido, hacen buena la alegoría del cuarto de baño de Asimov: una franquicia de una cadena de restaurantes en la que la comida, correcta, produce sensación de desesperación.

Y después fuimos a ver flores. Siendo un domingo de abril y estando los cerezos en flor, debajo de cada cerezo de Japón había un grupo de gente celebrando. Aquí los cerezos son una combinación de belleza, patriotismo y espiritualidad que obliga a la gente a alcoholizar las neuronas para soportar tanta emoción combinada. La flor de cerezo está cargada de significados en Japón, por lo visto algo imposible de comprender no siendo Japón como Bilbao, que si uno es de allá puede nacer donde quiera. Aún así debo reconocer que es precioso.

Día 7 de abril

Para concluir la primera semana, fuimos a la 入学式 de mi hijo. Donde la de mi academia de idiomas era cutre, esta era espectacular. Todos iban vestidos de punta en blanco, menos un extranjero que daba el cante. ¡Coño si era yo!, que tengo toda mi ropa en unas cajas en Tokio, esperando para pasar la aduana a que demostremos que vivíamos en España, cómo si no fueran suficientes las peinetas y los capotes de torero con que vamos a todas partes. Al menos mi ropa era oscura y digna, lo justo para pasar desapercibido entre las sombras.